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En defensa de la marca personal (parte 5 de 5): ¿Humanos “cosificables” y “cosificados”, o personas gestionando con valor su espacio único en un mundo cambiante?

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cosificación de la marca personal

Nosotros debemos SER el cambio que queremos VER en el mundo. Mahatma Gandhi

Amigo lector:

Luego de saludarte muy cordialmente, te agradezco muchísimo por haberme acompañado a lo largo de esta breve serie de artículos que hoy llega a su final, con la presente quinta entrega. Asumo y espero que has podido revisar la primera, la segunda, la tercera y la cuarta, y que por ende, estás plenamente informado y edificado sobre los temas que han sido tratados en cada una de ellas.

Pero por si no es este el caso, te comento brevemente los temas abordados en la serie (con ligeros cambios de orden, pues por diversas razones no todos han sido publicados tal cual aparecen en la lista), porque me parece muy importante que tengas una idea tan clara como sea posible al respecto, de modo tal que puedas estar en óptimas condiciones para analizar esta quinta y final.

La fuente original de la mayor parte del contenido de la serie (alrededor de un 75 %) fue mi respuesta a la siguiente pregunta, formulada por el Maestro Jordi Collell en nuestra entrevista bidireccional transoceánica

¿Qué necesita el personal branding para que perdure como concepto y entre en el top of mind individual?

Entonces respondí al Maestro con cuatro pilares que a mi juicio cubren las necesidades sobre las que me interrogó (puedes verlos en la primera entrega). Uno de ellos, de cuya esencia y sentido nace esta serie, es la buena defensa que seamos capaces de hacer del concepto y su práctica; y ello vino a tono y tiempo con una reciente crítica efectuada a ambos por el reconocido experto español –y algo más, como verás dentro de algunos párrafos- Amalio Rey (crítica que, por demás, no es nueva en su producción intelectual), de la cual extraje un grupo de preguntas relacionadas con el tema, a las que he ido proponiendo respuestas en las cuatro primeras partes. Son las que te presento a continuación:

 

  • ¿Podemos o no podemos controlar la huella que dejamos en los demás?
  • ¿Solo podemos y debemos gestionar la componente profesional de nuestra marca personal?
  • ¿El personal branding supone la construcción, adopción y “venta” de una “identidad calculada”?
  • ¿Hacer personal branding correctamente nos convierte necesariamente en seres individualistas?
  • ¿Los problemas de la marca personal tienen su verdadera base en la construcción errónea del concepto, o en su mala aplicación? En uno u otro caso, ¿cómo entenderlo, y abordarlo?

 

Y en esta quinta y última, lo haré para las siguientes:

 

  • ¿Es necesariamente negativo abordar con intención  mercantil/competitiva la gestión de nuestra marca personal, o más bien ello representa una necesidad/urgencia epocal? Y en todo caso, ¿solo se trata de eso?

 

Aquí me ocupo de una concepción de la competencia por el acceso al trabajo, que al parecer descalifica el hecho de que podamos poner a la luz pública nuestro valor, o como suelen decir atinadamente muchos colegas, “ponernos en valor”. Y si no lo hacemos, ¿cómo los potenciales usuarios del valor que podemos aportar, se enteran de qué y cómo somos, de qué y cómo hacemos,  de qué y cómo logramos, y por supuesto, de que todo ello puede estar a su disposición?

¿Gestionar nuestra marca personal nos cosifica?

Me he ocupado de este tema varias veces; sobre todo en un trabajo de 2017, en el cual procuré desmontar -y creo haberlo conseguido, al menos en y para un determinado ámbito de públicos- el tremendo mito implicado en esa interrogante. ¿Realmente cabe la idea de que siendo marcas personales -ya hemos visto y comprobado que sí lo somos-, gestionarnos correctamente como tales pueda contribuir a cosificarnos, si no lo deseamos ni lo permitimos? ¿Hay “antídotos”? De ser así, ¿cuáles son, y cómo utilizarlos? Y de no serlo, ¿a dónde vamos desde aquí?

Hay un “detalle” que se me quedó sin tratar en la entrega anterior, y es la definición general de lo que sería o podría ser una mala práctica en la gestión de una marca personal. Y creo importante tratarlo ahora aunque sea de forma introductoria y breve, pues  considero que ayudará mucho al público lector no iniciado -y tal vez a cierta parte del iniciado- a comprender y posicionar los conceptos que corresponden a la entrega de hoy, y también los anteriormente tratados. Y además, porque es un hecho que no hay un consenso generalizado alrededor de todo lo que puede abarcar este tema, que tiene muchísimos DEPENDE (¿por casualidad te suena esa palabra en “mi idioma” profesional, amigo lector?): posiblemente sea el más cargado de ellos, debido a la esencia e implicaciones del concepto que aborda. 

Veámoslo juntos, pues. 

En sentido general, una mala práctica es una contravención, omisión o distorsión -sea intencional o no- de los requerimientos y las normas generalmente aceptadas por la comunidad especializada correspondiente, por sus órganos reguladores, y en determinados casos y temas, también por la sociedad, para el ejercicio de una determinada actividad profesional y la producción y entrega de resultados en ella; contravención, omisión o distorsión que se expresa esencialmente en el desempeño individual, y generalmente acarrea consecuencias negativas en uno o más sentidos para los potenciales beneficiarios del valor que debería ser aportado a través de la actividad en cuestión, independientemente de que la falta sea o no detectada, identificada, clasificada y calificada. Pero cuando lo es, tiene un impacto negativo sobre el comisor de la mala práctica, y en su caso, sobre la organización en la que presta servicios, siendo afectada de tal modo su marca personal y/o la marca corporativa de la entidad, respectivamente

Es muy frecuente, por ejemplo, escuchar o leer sobre malas prácticas médicas (tal vez las más difundidas como ejemplos del tema, debido a sus implicaciones asociadas con la salud y la vida humana, y pido excusas a los respetados profesionales de la medicina y áreas afines, por citar este ejemplo); y cuando ello sucede, el impacto negativo de las mismas se extiende naturalmente hasta las instituciones hospitalarias en las cuales han tenido lugar. Pero ellas pueden ocurrir, y de hecho ocurren, en cualquier profesión.    

En el ámbito del personal branding, una mala práctica podría ser definida como un ejercicio -o la ausencia o mala calidad de este- que contraviene en lo técnico y/o en lo ético los principios generalmente aceptados como válidos para la gestión efectiva de una marca personal, y/o los que pueden funcionar técnica y éticamente en un determinado momento, contexto y situación, para el desarrollo y el posicionamiento favorable de una marca personal en particular (por supuesto, se admiten tantas sugerencias de cambio y mejora como sea posible y pertinente incorporar a esta idea: por ejemplo, un listado de posibles malas prácticas, jejeje). Personalmente, y como fruto de mi actividad investigativa y consultiva, he identificado, cuestionado y criticado muchas de ellas en mis trabajos, varios de los cuales han sido referenciados y citados en esta serie. Y por supuesto, estoy seguro de que también incurro en algunas: el branding personal es necesariamente un proceso de aprendizaje permanente, y NADIE lo sabe todo ni lo hace todo bien en este tema -la perfección es una meta inalcanzable por la que siempre debemos trabajar, aún sabiéndola imposible-. Todos somos susceptibles al error, y solo nos salva nuestra capacidad de identificarlo y reconocerlo, y nuestra voluntad de rectificarlo y aprender de él. Amén. 

Tal como lo he planteado en la entrevista bidireccional transoceánica que sostuvimos el Maestro Jordi Collell y un servidor, yo considero que lo que el personal branding necesita es “cada vez más practicantes haciendo cada vez más correctamente las cosas correctas”. Y eso se trata, ni más ni menos, de las buenas prácticas de las que ahora estoy hablando contigo, amigo lector. 

Es conocido el hecho de que aún no existe un Manual de Buenas Prácticas de Personal Branding u otro instrumento similar o equivalente, con un alcance lo suficientemente general como para guiar, autoevaluar y evaluar, sea de forma eventual o sistemática, los ejercicios de los practicantes del branding personal a escala global (y si existe, no lo conozco: solicito a quien lo tenga que me haga llegar la información, por favor). Diversos autores han hecho interesantes intentos en esta dirección, pero aún falta mucho por investigar, definir y consensuar al respecto, y además, como generalmente ocurre –como debe ocurrir– con este tipo de instrumento, se requiere un tratamiento y aprobación formal del tema por parte de alguna organización profesional nuestra que aún no existe (y ahí sí creo poder afirmarlo con certeza: hace años que junto a otros varios colegas abogo por su creación). De ahí que todo nuevo intento generador de ideas, preocupaciones e inquietudes en esa dirección sea y será siempre muy bienvenido, en tanto y cuanto constituirá otra semilla individual de aquello a lo que colectiva y necesariamente hemos de arribar.

Y hay al menos un significativo aspecto más a considerar: lo paradójico, complejo y difícil de semejante tarea “generalizadora” y de la aplicación práctica general de su resultado, en una actividad profesional cuya esencia misma es la mayor personalización que pueda conseguirse como resultado. Pero precisamente por eso, la necesidad es aún mayor, y el reto, muy importante: porque si queremos continuar creciendo -como profesión y como gremio-, el público de la marca personal necesita poder identificar, clasificar y calificar nuestras ejecutorias, aprender de las mejores y más pertinentes entre ellas, contextualizarlas, adecuarlas a la realidad de cada quien, y personalizarlas en esencia, en contenido y en ejecución, para seguir extendiendo favorablemente una práctica tan necesaria como esta en la nueva época emergente: esto último es un asunto del cual me ocuparé in extenso más adelante en este mismo trabajo.

Yo creo que existen, claramente, al menos dos grandes niveles en este sentido: el que podríamos denominar general, que abarca lo que podría ser una buena y una mala práctica para todos o casi todos los practicantes (en los mismos y/o diferentes contextos, momentos y situaciones), y el que podríamos llamar particular, que incluiría lo que podría serlo para uno o algunos de ellos en un momento, contexto y situación particulares, que no necesariamente lo serían para otros, y/o para ellos mismos en otros momentos, contextos y situaciones. Veamos brevemente algo sobre ambos niveles.

  • General: Tiene que ver con los principios que les sirven de base, contextualizados y analizados, por ejemplo, según el modelo de Stephen Covey, que los califica como leyes naturales en la dimensión humana, que gobiernan nuestra efectividad y no pueden ser quebrantados. Ellos representan verdades profundas, fundamentales, duraderas, universales y permanentes que han sido reconocidas por todas las civilizaciones importantes a través del tiempo. 

A los efectos del tema que tratamos, podríamos definirlos como conceptos atemporales y de alcance global, que definen y sustentan actitudes y conductas calificadas como buenas o muy buenas para todos o casi todos los seres humanos, independientemente del momento, el contexto y la situación. Pueden emerger, digamos, desde raíces religiosas (por ejemplo, los 10 mandamientos de la fe cristiana), éticas, sociales, políticas, culturales, históricas, etc., y/o cualquier combinación de dos o más de ellas; y sus aplicaciones prácticas determinan asunciones, valoraciones, resultados y posicionamientos que son y funcionan como positivos para una gran mayoría de los públicos. 

En este sentido, y para proponer unos pocos ejemplos, el nivel general de las buenas prácticas de personal branding abarcaría conductas como ser siempre veraz en lo que se propone a los públicos, priorizar el aporte de valor como sustento del posicionamiento de marca, equilibrar el accionar offline y el online, evitar la egolatría, el distanciamiento y la arrogancia, y otros muchos que seguramente funcionarían para cualquiera que gestione su marca personal en cualquier momento y zona del globo. Y al revés, pues…al revés: malas prácticas de personal branding, que podrían llegar al extremo de retirar a las conductas representadas en ellas la “protección” de la “sombrilla conceptual” así denominada. De hecho, ello está sucediendo en varios temas de los cuales me he ocupado en esta serie, bajo el enfoque de que las críticas efectuadas por Amalio Rey no cuestionan el concepto -aunque él considere que sí, pero ya hemos demostrado que no- , sino sus malas aplicaciones constitutivas de malas prácticas. 

  • Particular: Se trata de las operaciones a través de las cuales cada practicante aplica de forma técnica y éticamente correctas los principios generalmente aceptados como válidos y las técnicas mayoritariamente identificadas como efectivas (eficaces + eficientes) para la gestión efectiva de su marca personal, todo ello en función del momento, contexto y situación en que se encuentra. 

Estas buenas prácticas de nivel particular tienen una característica: si bien definen y determinan especificidades de gestión necesariamente asociadas al carácter personal y único de la marca gestionada, están -también necesariamente- basadas de uno o más modos en los principios abarcados por el nivel general. Aquí podríamos hablar, por citar un par de ejemplos, de la comunicación efectiva en función del contexto (no todos requieren la misma ni definen de igual modo la efectividad), que además de los requerimientos técnicos indispensables, deberá ser siempre veraz, como hemos visto en el nivel general de las buenas prácticas; y también, en otro ejemplo de frecuente análisis en los medios que tratan estos temas, cabe mencionar como buena práctica de nivel particular la aplicación de las técnicas adecuadas para la identificación de necesidades a satisfacer a través de nuestros aportes de valor, en cada segmento de público atendido y en cada momento de nuestra intervención con ellos, lo cual puede variar según cambien las circunstancias (y como ya hemos visto, priorizar el aporte de valor debe ser una prioridad de nivel general).

Me queda muy claro que lo que acabo de tratar de forma tan somera y superficial reclama un trabajo independiente y mucho más profundo, que por la naturaleza del tema debería ser de carácter colaborativo; prometo promover su desarrollo en enero de 2020, contando con la participación de los colegas y amigos que se animen a aportar valor de esta manera. ¡Y quien desde ya se sienta animado, solo necesita escribirme, y comenzaremos a conversar y obrar al respecto!

De alguna forma, los contenidos de las cuatro entregas anteriores de esta serie, y como verás en breve, también el de la actual, se acercan mucho al tema de las buenas y malas prácticas de branding personal, e inclusive lo mencionan de forma explícita en diferentes momentos; pero definitivamente, se requiere cada vez más un trabajo colectivo de normalización en este sentido. Cabe pues, agradecer muchísimo a este gran profesional llamado Amalio Rey haber vuelto a poner este tema sobre la mesa, crítica mediante; entre otras cosas, para que nos demos cuenta nueva vez de cuánto necesitamos un consenso definitorio como este del que vengo hablando en los párrafos previos. 

Y hoy quiero agregar a la dinámica de esta interacción con las propuestas de Amalio un elemento que desconocía cuando inicié la producción de la serie, amigo lector. Resulta que varios meses antes de que todo esto surgiera, yo me dediqué a leer el excelente blog de Amalio (lo sigo por email y suelo ir directamente al artículo de turno, y a los relacionados) sin pasar primero por la sección “Sobre mí”: craso y delicado error que no debí haber cometido, porque no suelo hacerlo, dado que considero muy importante conocer tanto como me sea posible a la persona detrás del contenido. Y hace pocos días, motivado por una de sus más recientes publicaciones (un post de excelente contenido y factura, y potencialmente polémico por demás, considerando el rumbo de muchas tendencias organizacionales actuales), en la cual alude al genial cantautor cubano Silvio Rodríguez como su paisano, pues me fui a revisar ese apartado…y acabo de descubrir que estoy debatiendo con un compatriota, y además, “vecino”: aunque vive en España y su lenguaje “suena” español, Amalio es cubano, hijo de mi Cuba bella, y encima de eso, es habanero, capitalino como yo (soy natural de la Habana Vieja). Y encima de todo ello, ¡es admirador del inmenso y trascendente Silvio, como también lo soy yo! Sí, amigo lector: si tú lo sabías, pues discúlpame por la noticia fiambre…, y si no, entonces entérate y congratúlate conmigo. 

Esto no cambia nada en cuanto al contenido y la forma de este debate: un asunto de discrepancia profesional analizado por y entre personas decentes que estudian, investigan, intervienen, asesoran, consultan, innovan cuanto les es posible, y desean aportar valor al público a partir de lo que aprenden en tales procesos. Pero al menos para mí, definitivamente, ello le agrega un sabor adicional al mismo. Pues la emoción de debatir con un compatriota de altísimo nivel intelectual y profesional y de quien hay tanto para aprender, que también es emigrado como yo, mas la sorpresa de enterarme de ello casi concluyendo el proceso; y además, el hacerlo desde posiciones opuestas alrededor de un tema de tanta importancia en el ámbito profesional actual, y hacia el futuro, por supuesto que todo eso me emociona. Lo había hecho antes con colegas de otras nacionalidades: nunca con un cubano como yo.

Y otra cosa muy importante que quiero compartir contigo es que, gracias a la oportunidad que Guillem me ofreció al proponerme que publicara este contenido en formato seriado (era un solo post, muy voluminoso), he podido aprender muchísimo, y espero haber podido incrementar al menos un poco la utilidad de la serie para ti, si como espero te interesa el tema de la marca personal. El enfoque analítico se ha profundizado al revisar el trabajo. La versión original tenía muchas limitaciones y faltaba algún contenido, que he podido incorporar cuando hace varias semanas la dividí en las cinco partes que has visto. Esta modalidad me ha permitido revisar bibliografía que no había revisado e incorporar algunas citas que no estaban, así como analizar comentarios hechos al texto del artículo base del debate (hechos por Guillem y por David), para poder enviar al Maestro un paquete de textos dignos del prestigioso espacio en que serían publicados. La estructura de los trabajos, a mi juicio, ha ido mejorando de entrega en entrega, al menos desde mi perspectiva; por ejemplo, en esta quinta incorporo resúmenes parciales por preguntas, que no están en las anteriores. He identificado un par de errores que cometí, citando indistintamente dos posts diferentes pero muy congruentes de Amalio sobre el tema de la serie (este y este), lo cual corregiré muy pronto en el ebook que integrará las cinco entregas, a publicarse en el ya inminente Personal Branding Lab Day 2019. Y por supuesto, está el placer de la sorpresa ya comentada sobre Amalio y yo en esta nueva calidad: compatriotas

Así que, amigo lector, me lanzo una vez más al ruedo (y por última ocasión en esta serie de artículos), ahora con una nueva luz, y esperando poder aportarte algo de valor para tu vida y tus procesos “personales”, “profesionales” y “sociales” -dentro de un ratito entenderás estas comillas, jejeje-  relacionados con tu marca personal y la de otras personas con quienes tú interactúas. Gracias por ser, por estar, por acompañarme hoy y siempre. 

¿Es necesariamente negativo abordar con intención  mercantil/competitiva la gestión de nuestra marca personal, o más bien ello representa una necesidad/urgencia epocal? Y en todo caso, ¿solo se trata de eso?

 

Dice Amalio:

“Por lo visto, estamos participando en una especie de carrera (como siempre han hecho las empresas) para ver qué persona es más recordada durante más tiempo y con más intensidad. Es decir, la ‘gestión de la huella’ también se mercantiliza”.

Mi comentario:

En un texto de próxima publicación (titulado Mito # 3: La marca personal solo es y funciona para marketing, negocios y empleo), planteo al respecto que

“…observo una lamentable extensión de la tendencia a entender, promover y utilizar la marca personal únicamente como herramienta de mercadotecnia personal enfocada a temas laborales, profesionales y de negocios. Ello tiene varias manifestaciones, pero posiblemente la más extendida es la proliferación de propuestas en ese sentido en la red (cada vez más artículos, eventos, propuestas empresariales y/o individuales de asesoría, etc., etc., enfocadas en el sentido de “te ayudo a conquistar tu mercado”, o “te ayudo a alcanzar ese empleo que tanto buscas”, o “te ayudo a convertirte en el líder que tu empresa necesita”…), mientras comparativamente escasean muchísimo los “te ayudamos a crecer como persona, y desde ahí, como profesional, y desde ahí, a convertirte en una opción muy deseable para quienes requieran de forma integrada calidades humanas y servicios profesionales como los que tú ofreces”. 

En este tema es válido reconocer la acción de diferentes especialistas en coachingen sus diversas áreas– que enfocan su trabajo con la mayor fuerza a la persona y su crecimiento como centro de todo lo demás a lograr, con base en la construcción de sus propias respuestas a diferentes preguntas clave que le son efectuadas por el coach; de los profesionales del mentoring que asumen con plena responsabilidad su tarea desarrolladora de seres humanos enfocados al alto desempeño profesional y a una integración positiva, productiva y socialmente útil en su entorno humano -aquí cabe una mención a la Red Global de Mentores a la que tengo el honor de representar como Embajador en la República Dominicana-, tarea que desarrollan desde la modelación de buenas prácticas, el consejo, el apoyo, el seguimiento, la evaluación diagnóstica, valorativa y desarrolladora para la mejora continua…Y por supuesto, también de los muchos personal branders que hacen bien su trabajo, partiendo de la persona que es y deja su marca personal en el entorno (NOTA AL MARGEN: No abundaré aquí sobre nuestra profesión, pues tenemos 5 semanas hablando de su buena práctica; si quieres saber un poco más acerca de cómo pienso al respecto, te sugiero revisar la respuesta # … que di a mi amigo y colega Pablo Adán en nuestra entrevista bidireccional transoceánica). 

Y no es que la mencionada tendencia sea mala o negativa per se, al contrario: considero excelente y muy provechoso ese uso de las herramientas de branding y/o marketing personal (tradicionales y digitales) para contribuir a desarrollar y posicionar profesional y/o laboralmente a las personas. Lo malo es, a mi juicio, darle al tema EXCLUSIVAMENTE ese enfoque utilitario, y centrar la gestión del atributo marca personal SOLO en los temas utilitarios, subordinando a estos los del desarrollo integral de la personalidad y su enriquecimiento, o peor aún, evadiéndolos por completo. Y el buen branding personal aporta mucho más, y debe servirnos para mucho más que para buscar empleos (o que los empleos “nos busquen”), y/o hacer buenos negocios y/o alcanzar un gran posicionamiento de mercado”.

Y todo ello da muy buen pie al planteamiento de Amalio: es verdad que existen tendencias de mal uso de la marca personal, enfocándola única y exclusivamente a su perspectiva más mercantilmente “utilitaria”, y postergando o hasta olvidando su carácter de resultado de la combinación de lo humano, lo profesional y lo social. De hecho, él plantea, en el penúltimo párrafo del post base del presente debate, que “uno de los dilemas más difíciles de resolver hoy es dónde poner la frontera entre el “yo-persona-humano” y el “yo-marca-producto…”; mas la solución a este dilema, al menos en lo relativo al branding personal, ya ha quedado bastante clara con las aportaciones de diversos autores que he citado y analizado a lo largo de esta serie. Al respecto, amigo lector, yo te sugiero revisar, especialmente, la cuarta entrega, donde entre otras muchísimas cosas, incluyendo múltiples aseveraciones de referentes globales, te propongo que “esta talmezclade marca con personas que él tan vehementemente niega, SÍ ES y SÍ FUNCIONA para nosotros, en tanto seres humanos generadores de marca personal a nuestro alrededor; pues de hecho, y solo como un ejemplo entre muchísimos, esa mezcla ES Y FUNCIONA PARA ÉL, PARA EL PROPIO AMALIO REY” (lo cual quedará demostrado en esta quinta entrega), y claro está, la que ahora mismo lees.

Por otra parte, como ya he afirmado y sustentado en anteriores momentos, las distorsiones con que algunos y/o hasta muchos trabajan el concepto, no atañen necesariamente al origen de este ni a su construcción, ni afectan tampoco su validez: sencillamente generan más necesidad de mejoramiento de la práctica, por las diversas vías a las que ya he aludido. Todo ello está demostrado y lo seguirá siendo aquí. 

La crítica de Amalio que ahora estoy comentando emerge -entre otros- del objetivo hecho siguiente: hay muchísima gente compitiendo en un mercado saturado de ofertas y escaso en oportunidades (la reiteración de esta frase -y de algunas otras- en varios momentos del texto, es absolutamente intencional). Y aunque va in crescendo, todavía es minoritario el muy necesario enfoque de COOPETIR, y no creo que estén todavía creadas las múltiples condiciones necesarias para masificarlo: ello irá sucediendo por aproximaciones sucesivas, bajo y desde las exigencias de la nueva época emergente. Pero insisto nuevamente: lo que Amalio plantea tampoco niega el concepto marca personal, sino que sencillamente pone de relieve las malas prácticas de algunos “promotores” y “practicantes” del mismo. Y la “mercantilización de la gestión de la huella” de la cual nos habla el autor, se deriva de un hecho objetivo e ineludible, que quiero reiterar y ampliar: el mercado laboral está cada día más saturado de ofertas de quienes pretenden acceder a él, y más escaso en oportunidades para acceder a él. Porque es un mercado como cualquier otro, se rige por similares “leyes” (esencialmente, oferta y demanda, entre otras varias), y como en cualquier otro mercado, existen en él determinadas barreras de entrada que deben ser salvadas si se pretende entrar.

Entre ellas, y solo a modo de ejemplo, véanse estas tres:

  • La competencia. Mientras más aspirantes haya, y más parecidos sean sus respectivos niveles de profesionalidad demostrable y demostrada, la barrera llamada competencia será más alta para cada uno de ellos. Porque con los actuales niveles de acceso a la información y al conocimiento, cada vez mayores y con dificultad menor de procesamiento y utilización, diferenciarse y destacar por calidad profesional exige muchísimo más que antes.
  • Las competencias. Mientras más elevado sea el nivel competencial exigible y/o exigido por las empresas que ofrecen puestos de trabajo, y/o por los organismos financiadores de proyectos, y/o por los clientes potenciales de servicios profesionales, etc., etc. (todo ello en virtud del valor que aspiran a producir y entregar al cada vez más exigente mercado de sus respectivos negocios, dado que el poder negociador de los clientes crece también de forma exponencial), mayor será la barrera que el nivel de desarrollo competencial significa para quienes aspiran a entrar. Porque las competencias deberán responder a las exigencias últimas del mercado al cual sirve el potencial empleador; y en una época en la que todo cambia tanto todos los días, y la tecnología establece prácticamente a diario nuevas y más exigentes cotas a alcanzar, tales competencias son necesaria y absolutamente móviles y dinámicas: nunca estáticas. Lo dejo hasta ahí.
  • El nivel de conocimiento de las propuestas de valor. Mientras más conocidas sean las propuestas de valor de los diferentes oferentes que aspiran a entrar al mercado, y también, por supuesto, las de quienes ya están dentro, mayor será la altura que dicho factor tiene como barrera de entrada. Porque en virtud de ese conocimiento tan masivo, y muchísimas veces, además, indiferenciado, cabría que preguntásemos a cada uno de ellos (algo que Andrés reitera a menudo, y más adelante lo cito al respecto): ¿Por qué debo elegirte a ti y no a otro cualquiera entre quienes hacen y ofrecen cosas muy similares a las que tú haces y ofreces? Y solo salvarán esta barrera los pocos capaces de responder con efectividad dicha vital interrogante.

Y aquí, en mi opinión, entraría a jugar su importantísimo rol como parte clave de la propuesta única de valor, la componente humana, la parte más personal, diferente y diferenciadora de una marca personal; posiblemente, la única que permitirá una real y decisiva diferenciación positiva a nuestro favor, con base en la forma en que como personas nos comportemos en nuestros desempeños profesionales. Porque mil profesionales de la misma actividad pueden hacer lo que hacen de forma EXCELENTE en lo técnico, cumpliendo EXACTAMENTE los mismos requerimientos y ajustándose EXACTAMENTE a los mismos estándares; pero cada uno de ellos lo signará NECESARIAMENTE con su propio sello personal, el que define la persona que él o ella es. Ahí radicará la única verdadera diferencia posible: la que se basa en el valor que cada humano con recursos es capaz de aportar a los demás, desde su calidad de humano.

Y si no lo hace, correrá el gravísimo riesgo de convertirse en una persona marca blanca, genial concepto que propone y explica Guillem en un extraordinario post muy reciente, cuya lectura obviamente RECOMIENDO:

“Otra cosa es la persona marca blanca, ojo con eso

A pesar de esa convivencia pacífica de las marcas “premium” con las blancas, en el caso de personas la cosa no funciona igual. El valor añadido de un profesional ya no es solo su propuesta de valor, y tampoco su precio. También es su “encontrabilidad” y visibilidad, y sus valores como persona.

Aquí, ser marca blanca es no ser nadie, no ser encontrado, no ser seleccionado para una promoción, no ser tenido en cuenta para formar un equipo, para liderar un proyecto. La persona marca blanca es invisible, no deja huella, y eso también deja marca, pero negativa.

Debo reconocer que si alguien hace muy bien su trabajo, entra en la terna de candidatos a una mejora. Pero hoy “hacer” no es suficiente, también hay que “poner en valor”, y eso tiene mucho que ver con un proceso consciente de gestión de marca personal, lo que conocemos como personal branding.

Cuando todo oscurece, toca brillar

Cuando llegan momentos difíciles, llega nuestro “momento P&G”, y es momento de brillar. Brillar es “hacer” pero dejando reflejo de lo hecho, de manera que se ponga en valor para ser percibido sin matices por los stakeholders o grupos de interés responsables de una mejora.

Dejar de ser persona marca blanca es posible. En este blog hay muchas pistas de cómo hacerlo. No te quedes fuera de la lista, ponte en valor. Feliz semana”. FIN DE LA CITA.

Muyyyyyyyy poco que agregar, ¿verdad, Maestro?

Competir, entonces, resulta inevitable; pero se debe saber competir. Y defino este proceso, en el ámbito temático que nos ocupa, como “la colocación de nuestra propuesta única de valor, de modos ética y socialmente aceptables, al alcance de sus posibles beneficiarios como una opción potencialmente viable entre las disponibles para ellos, revistiéndola del nivel cualitativo y de los atributos necesarios para que ella pueda resultar pertinente, ventajosa, bien valorada, preferida, y eventualmente elegida, en los procesos de selección de ofertas que aquellos efectuarán para tomar sus decisiones de contratación” (Estrada, 2018 –artículo inédito-). Y no podemos perder de vista el hecho de que en tales procesos competimos entre -no contra, sino entre– colegas, compañeros de tarea y de sector, inclusive entre amigos, en muchos casos. Por eso afirmo que debemos saber competir: hacer en este contexto lo que en el deporte es conocido como fair play (juego limpio). Competir sin perder nuestras esencias humanas. Sin falsear lo que somos ni lo que podemos ofrecer. Sin manipular ni utilizar deslealmente información. Sin renunciar a nuestros principios y valores humanos. Sin manifestar conductas que demeriten nuestra ética profesional. Y finamente, coopetir: colaborar entre potenciales o reales competidores.

Amplío de inmediato sobre el tema principal abordado en esta respuesta.

Como ya ha sido planteado, marcar, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, significa actuar sobre alguien o algo imponiéndole carácter o dejándole huella moral (en nuestro tema, dejar nuestra marca personal en otras personas). Y de eso se trata toda esta historia: gestionar de forma integrada, sistémica, estratégica, lo que somos, lo que hacemos y lo que logramos en los diferentes ámbitos de nuestras vidas (no solo en lo profesional ni en el ámbito exclusivamente mercadotécnico), con el objetivo de dejar en los demás la mejor huella moral que seamos capaces de dejarles y convertirnos para ellos en la mejor marca personal que puedan recordar, pero nunca desde una perspectiva ególatra ni individualista, al contrario; sobre ello abundo en varios momentos de esta serie de trabajos. Y si todo esto nos conduce a convertirnos en la opción preferente, pues que para bien sea; eso solo significará que quienes necesiten de nosotros nos tendrán a su disposición, porque han elegido el valor que podemos aportar a sus vidas entre las múltiples opciones disponibles, y si es el caso y el tema, están dispuestos a pagar por ello, como todo el mundo paga por todo lo que necesita y cuesta dinero. Nada más.

Como bien dice Andrés muy recientemente:

El valor “es aquello que haces u ofreces y por lo que alguien te va a pagar, remunerar o recompensar de alguna manera material o inmaterial.

O dicho de otra manera, es la respuesta a

¿Por qué debería pagarte/seguirte/quererte?

Si no tienes una respuesta clara a esa pregunta, entonces no tienes una propuesta de valor. Quizás eres valioso, sí, pero, al no ser capaz de especificarlo de una forma clara, es difícil saber por qué elegirte/contratarte/quererte” (negritas mías).

En función de esta gran verdad del Maestro, no podemos perder de vista que el espacio al cual todos procuramos acceder, para ganarnos la vida aplicando a un determinado desempeño nuestras competencias profesionales, se llama mercado laboral, definido muy someramente como el mercado “…donde confluyen la oferta y la demanda de trabajo. La oferta de trabajo está formada por el conjunto de trabajadores que están dispuestos a trabajar y la demanda de trabajo por el conjunto de empresas o empleadores que contratan a los trabajadores”. Y su contraparte, el tradicionalmente denominado mercado de recursos humanos, “está conformado por el conjunto de individuos aptos para el trabajo, en determinado lugar y época. En esencia, lo define el sector de población que está en condiciones de trabajar o está trabajando, es decir, el conjunto de personas empleadas (mercado de RH aplicado) o desempleadas (mercado de RH disponible) y aptas para trabajar. Por consiguiente, el mercado de recursos humanos está conformado por candidatos reales y potenciales para oportunidades de empleo; son candidatos reales cuando están buscando alguna oportunidad, estén empleados o no, y son candidatos potenciales cuando —aunque no estén buscando empleo- están en condiciones de desempeñarlo a satisfacción”.

O sea: la inevitable competencia existente entre los cada vez más aspirantes a acceder a las cada vez menos oportunidades disponibles, se basa esencial y necesariamente en el valor que son capaces de aportar. Y que ello sea conocido por sus potenciales beneficiarios, y por ende, contratantes, depende de cómo y cuánto cada aspirante sea capaz de hacérselo saber. O lo que es lo mismo: de cómo y cuánto logre posicionar su marca personal en el mercado laboral, diferenciándose cuanto le sea posible en lo profesional, y más decisivamente en lo personal.

Tal cual lo he planteado en mi trabajo  Marca personal y empresa: la otra verdad, es un hecho comprobado que los procesos organizacionales de gestión del talento incluyen y son cada vez más influidos por la marca personal, aún de forma ïnvoluntaria y pese al desconocimiento y/o rechazo del tema por parte de muchísimos directivos y especialistas. Por citar un único ejemplo, para la valoración y validación de dicho talento son muy utilizadas las famosas ”referencias”, que no son sino declaraciones o evidencias aportadas por personas ajenas a la organización posiblemente contratante, sobre la forma en que un determinado candidato ha marcado a sus públicos en los espacios por los que ha transitado hasta el momento; o sea, la marca personal -llámesele o no así: no me desgastaré ahora en analizar denominaciones- es un factor clave en los procesos de selección. Cada vez más estudios lo reafirman y confirman. Y como allí propongo, considero que “las marcas personales deben ofrecer permanentemente a las organizaciones una respuesta de competencia y potencial resolutivo, competitividad, visibilidad y posicionamiento que tenga un enfoque y un carácter, al menos, tan estratégicos como los modos en que ellas las buscan -las que lo hacen bien- para incorporarlas a sus equipos humanos o establecer colaboraciones, ya sea en la modalidad de empleados fijos o para contrataciones temporales, procesos consultivos u otras opciones posibles”. Y como se verá más adelante, Amalio Rey coincide amplia y explícitamente con este enfoque, tanto a nivel conceptual como metodológico y práctico, aunque lo denomine de otra manera. 

Por algo el reconocido experto Ximo Salas les propone a los especialistas que laboran en los departamentos de humanos con recursos: “Las Personas pueden ser Marca, tú debes ser la Marca de tus Personas. Fomentando el crecimiento personal y profesional en todo momento y de todo el mundo”; y por algo la prestigiosa Dra. Cristina Aced, propone las siguientes “razones por las que a tu empresa le interesa que trabajes tu marca personal:

  • Para que demuestres tu valía: cuanto mejores sean los profesionales que trabajan en la empresa, mejor será la empresa.
  • Para identificar a los mejores profesionales dentro de la propia organización y saber qué se le da bien a cada uno.
  • Para motivarte a seguir mejorando y creciendo como profesional.
  • Para fortalecer el orgullo de pertenencia: sí, yo trabajo en esta empresa tan preocupada por su gente.
  • Para mejorar su networking. Los amigos de mis amigos son mis amigos, y los contactos de mis trabajadores, son los míos.
  • Para atraer al mejor talento: si esos grandes profesionales trabajan en la empresa, por algo será.
  • Para mejorar su reputación: los mejores embajadores de la empresa son su propios trabajadores (¿te suena?)
  • Porque, en definitiva: si los empleados tienen una marca personal fuerte, la marca de la empresa saldrá fortalecida.”

Y finalmente, por algo el gran experto global en branding Andy Stalman propone algo tan contundente como esto: “Las empresas son personas, las marcas son personas, los clientes son personas. Quien no entiende personas no entiende de negocios. Al final, cómo haces sentir al cliente es tu marca. Se trata de humanizar la relación entre marca y persona a todo nivel y en todos los niveles de las empresas, tanto hacia fuera como hacia adentro. En el pasado, los empleados eran los embajadores de la marca. En la actualidad, son la marca”. Muy claro, ¿verdad?

Entonces, no debería ser mal visto ni mal considerado, jamás, el hecho de que quienes aspiran a acceder a dicho mercado laboral gestionen sus marcas personales con fines de posicionamiento, porque esa es la esencia de tal competencia; pero deben hacerlo de las diversas maneras existentes que resultan y son socialmente valoradas como correctas, éticas, profesionales, pertinentes, dignas, respetuosas del otro, y enfocadas al valor, al beneficio de quien les contrate, al bien común, y al beneficio propio a obtener a través del valor aportado al contratante. Cuando ello se hace mal, en cualquiera de las formas abarcadas por la justa crítica que hace Amalio a quienes lo hacen mal, ocurre precisamente -entre otras cosas- lo que por mi parte va siendo objeto de este análisis/debate: que personas de alto nivel intelectual y de muy buena fe cuestionan la validez de un concepto con base en las malas aplicaciones del mismo, y no en las buenas.

Tampoco debe olvidarse toda la carga negativa, primero simbólica y luego práctica, que tal denominación de “mercado de recursos humanos” implica; define y califica a las personas como meros recursos a disposición de las empresas, y en una situación como la actual, cuando todas las tendencias van determinando una elevación exponencial de la oferta de personas calificadas contra una contracción progresiva y cada vez más drástica de las ofertas laborales disponibles, poder ofrecer al mercado una oferta que le asegure un nivel razonable de satisfacción de sus necesidades es una prioridad absoluta para todo ser humano que aspire a ganarse decentemente la vida, sea como empleado por cuenta ajena o como emprendedor por cuenta propia, en cualquiera de las múltiples modalidades existentes.

Y la marca personal es una de las mejores maneras de que tal macabra denominación “recursos humanos” vaya desapareciendo, y de que los humanos con recursos vayamos sustituyendo tanto el concepto que ella implica como las prácticas que genera, y las organizaciones puedan, en un mercado de humanos con recursos, atraer, seleccionar, integrar, enamorar y fidelizar a las personas que necesitan para crecer y seguir aportando valor a la sociedad.

Pero los primeros obligados a hacer correctamente las cosas correctas (ecos del gran Peter Drucker) somos, precisamente, los profesionales que competimos en esta cada vez más compleja situación del mercado laboral. Al respecto, he planteado hace bastante tiempo cosas como las ya citadas más arriba; y entre otras varias, también las que siguen:

  • “En mi opinión, un profesional de cualquier campo que se venda con promesas superiores a sus verdaderas posibilidades de materialización de resultados, o lo que es lo mismo, que sobrevalore su marca personal profesional y así la ofrezca al mercado, no es confiable en lo técnico; y si la sobrevaloración es intencional, tampoco en lo ético. Y hace mucho daño a todos los integrantes del gremio al que pertenezca” (Más humanos y menos dioses: gestionemos marcas personales creíbles, 2015).
  • “…lo primero y más importante que debe destacar en nuestra marca personal, es nuestra condición de personas: bien preparados y competentes para el ejercicio, pero seres cercanos, normales, falibles, perfectibles; y que sean nuestros hechos los que hablen por nosotros” (Más humanos y menos dioses: gestionemos marcas personales creíbles, 2015).
  • “Debemos compatibilizar e integrar nuestras ideologías profesionales y nuestra marca personal. Ni en lo que somos, ni en lo que hacemos, ni en lo que logramos, debemos proyectar y vender una perfección imposible, ni un nivel de ensueño, ni una calidad estratosférica e inalcanzable. Comuniquemos y vendamos una marca personal de alta profesionalidad, pero en todo momento creíble, accesible y potable. Un cliente nos creerá y nos querrá a su lado mucho más, y por más tiempo, si nos percibe y siente más humanos y menos dioses” (Más humanos y menos dioses: gestionemos marcas personales creíbles, 2015).
  • “Se necesita ser, extrapolando al tema un concepto mercadotécnico actualmente en boga y que me gusta mucho, algo que en otro trabajo de próxima salida denomino y fundamento como ‘persona mínima viable’ (PMV). Y este concepto está obligatoriamente asociado a los requerimientos de índole humana, social y relacional que el entorno requiere, necesita y exige: básicamente, comportamientos compatibles con los principios/valores/ideales socialmente aceptados y considerados como correctos, válidos, convenientes y viables en el momento y contexto histórico/social correspondiente. Sin que ello signifique en modo alguno ser un obediente, estático, conformista y sumiso miembro del pelotón, sino al contrario: un enérgico, creativo, agresivo y combativo agente y gestor del cambio, un trabajador consciente y comprometido con mejorar la época y el contexto desde presupuestos y posiciones representativos de verdadera calidad humana, tales como sentido ético, responsabilidad (en todos los sentidos), sensibilidad/solidaridad ojo, no son lo mismo: decir e inclusive sentir que te duele el mal ajeno, no equivale a ofrecer tu ayuda para solucionarlo-, vocación de servicio, respeto absoluto por el otro, su libertad y sus elecciones, humildad bien entendida, empatía, asertividad, espíritu autocrítico y crítico orientados al mejoramiento individual y colectivo continuo, y por supuesto, una permanente voluntad disruptiva…entre otros muchos aspectos definitorios, con los cuales transformar la mentalidad de pelotón y el funcionamiento de todo, todo, todo a su alrededor, poniendo primero, lo primero: a las personas” (Marca personal: del ser que somos al ser que proyectamos, 2017).
  • “…mientras más positiva, profunda y perdurable sea la huella moral que dejamos en otras personas, mejor posicionados estaremos en sus mentes, y por ende, más fuerte será la marca personal que somos, la cual es, precisamente, el conjunto de memorias que sobre nosotros guardan, a partir de esa huella moral dejada en ellos” (La marca personal y su posicionamiento, 2019).

Agrego un elemento más para el análisis, procedente de mi trabajo Mito # 10: Gestionar nuestra marca personal nos cosifica:

“El deseo, la intención y las acciones orientadas a ser visibles, estar bien posicionados, ser competitivos y vivir decentemente de lo que sabemos/podemos/queremos hacer y del valor que con ello aportamos a la sociedad, no necesariamente pasan por la afirmación “quiero convertirme en una marca personal poderosa e impactante” -es más, me atrevo a negarlo de forma rotunda en la mayor parte de las buenas personas que hacen bien o muy bien lo que saben hacer para vivir-, sino por otras como “quiero y necesito que me vean más y mejor mis clientes”, o “quiero y necesito que mis colegas me valoren y reconozcan más y mejor”, o “quiero y necesito ganar más dinero de modo recurrente gracias a la calidad e impacto de mis servicios”, o “quiero que mis estudiantes me recuerden como uno de sus mejores maestros”, o “quiero que mis pacientes y sus familias sean felices por el modo en que les atiendo y me recuerden con buen aprecio”, o “quiero ganar ese concurso y consolidar desde ahí mi carrera”, o “quiero que mis electores vuelvan a votar por mí el próximo proceso”… y un infinito etc. Y afirmo esto, entre otras razones, porque muchísimas de las personas aludidas –la mayoría de ellas– ni siquiera conocen o trabajan el concepto de marca personal, ni el proceso de personal branding; sin embargo, lo desarrollan (y la gestionan al hacerlo) inclusive de modo intuitivo y/o inconsciente.

Pero sucede que cuando somos/hacemos/logramos todo lo que hay que ser/hacer/lograr para conseguir esos diversos “quiero y necesito”, nos estamos convirtiendo en marcas personales, o mejor dicho, estamos desarrollando, mejorando y potenciando las que ya somos y dejamos, justo porque tal materialización nos torna tales -o nos mejora y consolida como tales- a los ojos y sentimientos de nuestros públicos, sean esos ya aludidos en los ejemplos anteriores, y/u otros”.

¿Le funciona este tratamiento del tema, Maestro Jordi?

También he abordado este asunto en mi trabajo de 2017 Mito # 4: La marca personal es creable, con una serie de casos y ejemplos reales, tanto corporativos y/o de bienes y servicios, como personales; demostrando, básicamente, que el alcance del concepto marca, en general, y de la marca personal, en particular, es mucho mayor y llega mucho más lejos que la dimensión producto o servicio asociado a la entidad o persona que proyecta dicha marca: tiene muchísimo más que ver con la dimensión valor, y es un resultado dinámico y no estático, en función de cómo “se mueven” las características personales y profesionales, los hechos y los resultados de la persona en cuestión. Como dice Andrés en un post que cito en este trabajo: …tu Marca Personal va a cambiar contigo. Así que no solo puede evolucionar, mejorar, deteriorarse o mantenerse, sino que además va a suceder porque está asociada a ti, a tus acciones y a tus circunstancias. Sugiero humildemente la consulta de ambos textos.

Entonces, a la luz de todos estos planteamientos, así como de los análisis y valoraciones que ellos pueden generar, creo que ya podemos responder de forma resumida y conclusiva la interrogante inicial, ¿verdad, amigo lector? Vamos a ello. 

La respuesta es NO. No es un problema ni tiene por que ser calificado negativamente el hecho de que le otorguemos un sentido utilitario a la gestión de nuestra marca personal, ni que utilicemos mecanismos mercadotécnicos para posicionarla. Pues la noción utilitaria tiene al menos dos sentidos: para los demás, y para nosotros mismos, y AMBOS deben estar presentes DE FORMA EQUILIBRADA en el proceso de personal branding. Porque si solo nos priorizamos a nosotros, caeremos en los tan negativos y justamente criticados individualismo y egoísmo (que como ha sido demostrado en esta serie de trabajos -ver la tercera parte-, NO SON NI FORMAN PARTE DE LA ESENCIA DEL CONCEPTO MARCA PERSONAL, SINO QUE LO DISTORSIONAN). Y si solo priorizamos a los demás, atentamos contra la posibilidad de poder continuar aportándoles valor, dado que nosotros tenemos que vivir, y vivimos de nuestro trabajo y del valor que aportamos gracias y a través de él; y si no logramos vivir digna y decentemente, con una calidad de vida que nos coloque en condiciones de ser felices, de seguir creciendo, de continuar motivados, y de modelar buenas prácticas y sus resultados para la vida, pues sencillamente, fracasaremos como profesionales, también como personas y como seres sociales. Entonces, EL EQUILIBRIO ENTRE NOSOTROS Y LOS DEMÁS ES CLAVE EN NUESTRO ÉXITO COMO MARCAS PERSONALES

Y además, hablando brevísimamente de la comunicación y el marketing de marca, no hay forma de que el valor de utilidad social que podemos aportar llegue a sus destinatarios, si ellos no conocen que tal valor existe, ¿verdad? Pues como  creo que a estas alturas nadie discute, son nuestros públicos quienes nos hacen marca. Y esto define otro elemento clave acerca de la pregunta inicial: si hacemos personal branding de forma correcta, y dicho proceso gira alrededor del valor que podemos aportar, el sentido utilitario que demos a nuestra gestión de marca personal es lo que nos hace útiles para los demás, y gracias a ello -y a ellos-, podemos sernos útiles a nosotros mismos. Solo así tiene sentido y vale la alegría hacerlo. 

Y por otra parte, ¿quién o qué define los estándares y los límites del arriba mencionado EQUILIBRIO? Pues lo hacen varios factores combinados: entre ellos, el entorno humano, el contexto socioeconómico, el momento presente, la situación en curso, el propio practicante, y su visión personal del éxito. No hay recetas generalizables en este tema. Una vez más, y como suelo decir, la palabra clave aquí es DEPENDE.

Hasta aquí mi respuesta a esta primera interrogante de las dos que he abordado hoy. Veamos, entonces, la segunda, que en algunos aspectos tiene interesantes puntos de contacto con la que aquí concluyo. Avancemos juntos, amigo lector.

¿Gestionar nuestra marca personal nos cosifica?

Dice David:

“…corremos (todos, tú también) el peligro de cosificarnos, de convertirnos en caricaturas de nuestras intenciones, de replicarnos unos a otros pensando que lo que le puede funcionar a otro me puede funcionar a mí…”

Mi comentario: 

El propio David ha hecho excelentes contribuciones en esta línea; por ejemplo, en su magistral post de 2018 Diferenciarse no funciona (ya citado en esta serie y en otros varios trabajos míos, y estoy muy dispuesto a reincidir en ello), y en otros como  Al grano: ¿saben a que te dedicas?, donde propone lo siguiente:

“…estoy absolutamente convencido de que nuestras habilidades blandas son las que marcan la diferencia en el desempeño profesional, y es que, habrá mucha gente que sepa hacer lo mismo que tú, pero es la forma que tengas de hacerlo lo que te acabará diferenciando del resto. 

…las habilidades blandas constituyen la parte actitudinal del asunto y se relacionan con el conjunto de rasgos de personalidad, habilidades sociales, comunicación, hábitos personales que influyen en tu manera de hacer las cosas y de relacionarte y, sin duda, le pondrán tu sello, tu marca propia a lo que haces”.

O sea: existe el riesgo, pero tenemos antídotos a nuestra disposición. LO FEO Y MALO NO TIENE QUE OCURRIR. ¡Depende de nosotros!

Este servidor se ha referido a esto en varios textos; veamos lo que he planteado al respecto en un par de ellos. El primero, sobre la “cosificación”, y el segundo, sobre la pretensión de convertirnos en “marcas modelos” para el resto, y/o -en la otra esquina del ring- de guiarnos de forma imitativa por modelos no necesariamente compatibles con nosotros mismos.

“En cuarto lugar, está la propensión a rechazar el término “marca” asociado a la persona. Tal vez por un prurito asociado a determinados valores, o por confusión informativa, o resistencia de índole moral a convertirnos en algo “vendible” (una especie de cosificación comercial de sus humanidades: pienso que así lo ven quienes padecen esta conducta). Y aquí sí debo detenerme un poco más para aclarar este concepto, desde el recurso de la analogía.

Nos guste o no, se parezca ello o no a lo que aprendimos en casa, la escuela, la iglesia, el barrio, el grupo de afines, etc., etc., todos somos vendedores de nosotros mismos. Veamos algunos ejemplos:

  • Cuando estudiamos, y nos gusta mucho una materia, pretendemos impresionar al profesor con la solidez de nuestros conocimientos expresados a través de respuestas orales y trabajos escritos, de modo que aquel perciba y destaque, según proceda, nuestro elevado rendimiento: un proceso de venta.
  • Cuando escribimos un currículum, estamos vendiendo lo que somos como personas y lo que podemos aportar como profesionales.
  • Cuando pretendemos a alguien como pareja, ofrecemos de múltiples formas a esa persona nuestra mejor imagen, de modo que ella pueda apreciar las virtudes que nos adornan y sienta inclinación a aceptarnos: le vendemos la posibilidad de compartir la vida o parte de ella, y todo lo que recibirá y disfrutará a nuestro lado gracias a eso.
  • Cuando un deportista universitario aspira a ser captado por un equipo profesional, procura destacarse especialmente en presencia de los reclutadores que lo representan; se está vendiendo como un prospecto valioso para dicho equipo.
  • Cuando ofrecemos una idea al colectivo laboral, con intención de que sea aceptada, convertida en proyecto y ejecutada, procuramos convencer y demostrar todo lo útil de ella y sus innumerables ventajas: eso es vender.

Y podrían citarse decenas de otros ejemplos, pero creo que estos bastan para entender algo esencial: todos vivimos vendiendo lo que somos, hacemos y logramos, y no desde una imagen o perspectiva cosificada de nosotros mismos; simplemente, necesitamos el nivel de reconocimiento y logro que implica el hecho de que nuestras virtudes, competencias y fortalezas sean aceptadas y bien valoradas. Ya esto ha quedado claro desde Maslow a la fecha.

¡Y eso está muy bien! Así debe ser. Nadie es adivino para poder captar de una mirada nuestras posibilidades: debemos mostrarlas, y sobre todo, demostrarlas. Y es aquí donde cabe a la perfección el concepto y procesos asociados a la marca personal, al que me refiero. Se hace personal branding para que podamos ser la mejor versión de nosotros mismos (o sea, para lograr nuestra mejor marca personal), y con ella, gracias a ella, ser conocidos, reconocidos, adecuadamente valorados, y todo lo que de ahí se derive. Entonces, no temamos ser mercantilmente cosificados. No lo seremos nunca si gestionamos bien nuestra marca personal” (fin de la cita).

¿Qué quiero dejar dicho al traer estas ideas al contexto de la serie de trabajos que hoy concluyo? Pues lo siguiente:

No cabe hablar de cosificación de personas, ni tal cosa desagradable ha de suceder, si nos asumimos y gestionamos en y desde nuestra condición y calidad de seres humanos. Se “cosifica” o deja “cosificar” quien quiere hacerlo o no tiene cómo evitarlo. Si no hay tal voluntad, ninguna palabra puede conseguirlo desde ninguna impronta simbólica, porque las palabras son hijas nuestras y las manejamos nosotros, y tenemos (o debemos tener) el suficiente juicio y buen criterio para bloquear sus impactos que tiendan a enrarecer el oxígeno que respiramos, el trayecto social que recorremos y la calidad relacional que nos humaniza. Y el hecho de que marquemos a otras personas en nuestras interacciones con ellas (o de otras formas a las cuales me he referido antes), no nos define ni califica como “cosas” -léase productos, por supuesto-, ni siquiera como “cosificables”: nuestra marca personal es un resultado esencial y principalmente humano, de ineludible esencia social, y eventualmente, solo cuando así corresponda, “les” convenga y nos convenga, mercadotécnica

No nos “vendemos”, en sentido estricto: hacemos lo preciso para que quien necesite lo que somos, hacemos y logramos (el valor que podemos aportar), lo “vea”, lo conozca, lo tenga a su disposición, y cuando así proceda, lo adquiera y pague por ello, permitiéndonos todo eso vivir decentemente de nuestras ejecutorias profesionales.

¿Será que mi posición sobre este aspecto tan crítico queda lo suficientemente clara?

“…una buena cuota de responsabilidad en la innegable profusión actual de casos como estos, la tenemos quienes trabajando en el branding personal, sea como consultores o asesores, como formadores o como comunicadores acerca del concepto y su práctica (o en cualquier combinación de las mencionadas condiciones), incorporamos a nuestro quehacer profesional esa negativa dimensión desé como yo, hazlo como yo, y lograrás lo que yo.’. ESO ES ÉTICA Y PROFESIONALMENTE INACEPTABLE. Si abusando de la posición de influencia que hemos conseguido, pretendemos convertir nuestra práctica en El Evangelio del Branding Personal, estaremos negando la esencia misma del concepto llamado marca personal, y justificando las negativas consideraciones que acerca del mismo tienen y difunden algunos de sus críticos”.

“En el momento mismo en que propones (si lo deseas, puedes leer impones) a otras personas, que logren lo que tú has logrado y logras, les estás induciendo (si lo deseas, puedes leer imponiendo) a que vivan donde, como y lo que tú vives, a que sean como tú eres y a que hagan lo que tú haces, con el único e imposible resultado ‘previsible’ de que se conviertan en su propio equivalente de la marca personal que tú eres y dejas a tu alrededor (y eso incluye, por ejemplo, la forma en que tú te adaptas a las circunstancias que vives y gestionas los diferentes procesos de cambio en los cuales te ves inmerso, incluyendo el tuyo propio; y bien sabido es lo inevitablemente único de tales humanos procederes.) Pues siendo como tú, y haciendo lo que tú haces, solo pueden conseguir lo que tú consigues, ¿verdad? Y yo te (les, nos) pregunto: ¿por casualidad, esos seres (a quienes les ofreces tu modelo para que lo sigan cual evangelio vivo) comparten tus genes, viven como tú, tienen tu propia historia personal, fueron educados por las mismas personas que te educaron a ti, han vivido lo que tú para llegar al lugar donde ahora tú estás y poder aportar el valor que hoy tú aportas, etc., etc., etc.?”

NO ME PARECE MUY LEAL para con nuestros públicos que nos dediquemos a proponerles aquello de que ‘si yo pude, tú también podrás’, y sustentarlo –con clarísima, desembozada e inocultable intención mercadotécnica personal– en aquello otro de que ‘si haces todo lo que yo hice, y tal como yo lo hice, lograrás todo lo que yo logré.’ Eso, sencillamente, no es posible, y por tanto, no es ni puede ser verdad. Pues si así fuera (por poner solo un ejemplo entre muchos posibles), este mundo estaría literalmente repleto de multimillonarios que habrían conseguido serlo copiando y replicando literalmente las prácticas de sus ilustrísimos y nunca bien ponderados ‘mentores de negocio’ (recuerdo que el Maestro Andrés Pérez Ortega ha tocado algo relacionado con esto en un interesantísimo post de hace algunos meses: “ganas centenares de miles de Euros (o incluso millones) casi de la noche a la mañana utilizando ‘técnicas infalibles’ que venden algunos”) y hace mucho habríamos acabado con la pobreza que agobia a tanta gente. ¿Verdad?

“Esto significa que todo intento por movilizar a otros seres humanos desde su propio ser y hacer hacia un ser y hacer ajenos, en busca de un logro ajeno, es una forma de imponerles modelos ajenos, metiéndolos, encajonándolos y eventualmente encadenándolos dentro de un determinado molde ajeno, por una manipulada y manipuladora decisión ajena. Y es, definitivamente, una manera sumamente efectiva de despersonalizar sus marcas personales”.

“…hacer lo que estoy describiendo resulta también un nítido e innegable ejemplo de lo que en mi trabajo reciente Marca personal: diez vacunas protectoras contra el “egovirus”, he denominado “sobredimensión ególatra”; y si hay un campo en el cual esto hace daño, es precisamente en el branding personal, porque contradice la propia esencia del concepto que es su centro, el cual se basa en el servicio como vocación y como acción, en el aporte de valor a los demás, y en la prioridad que siempre ellos deben tener sobre nosotros, en tanto destinatarios del valor que aportamos, y receptores, procesadores y posicionadores del impacto de nuestra marca personal. Como lo planteó Andrés hace casi tres lustros, “si quieres tener una vida plena, haz por los demás lo que quisieras para ti”, y “una marca propia implica la búsqueda constante de la mejora personal mediante la satisfacción de las necesidades de los demás.” Y como un poco más recientemente lo propone el Maestro Guillem Recolons, “algo de ego es bueno, pero nunca entendido como narcisismo sino como una mejora en la autoestima y un equilibrio del ‘buenismo’ que a veces nos puede hacer pensar más en el bien ajeno que en el propio”, y sigue diciéndonos que el personal branding es “el arte de invertir en uno mismo para crear valor hacia los demás.”. Y como también recientemente nos lo ha propuesto esa impactante especialista en humanos con recursos llamada Elena Arnaiz, “cuando te quitas importancia se la das al otro”; o sea, a los demás”.

“La vida real no es un laboratorio en el que puedan ser recreadas una y otra vez las mismas condiciones para conseguir los mismos resultados. Las ciencias sociales no promueven (al contrario, las niegan, critican y cuestionan) la réplica exacta ni la copia mimética de prácticas de desarrollo humano y social, al margen de los momentos, de los contextos ni de las características sociológicas y psicológicas de los diferentes colectivos humanos, y dentro de ellos, de los diferentes seres humanos; y sobran ejemplos, cercanos y distantes en tiempo y en espacio, que así nos lo demuestran. Mi sugerencia, entonces, va en la dirección de que nos abstengamos de vendernos al mundo, o al pedacito de mundo sobre el cual influimos, como ‘el modelo de lo que de verdad funciona’. Porque definitivamente, no lo somos. Podemos haber generado, obviamente nutriéndonos de lo ya existente, un modelo interesante, útil y aplicable que ha funcionado y funciona para nosotros, pero ese modelo tiene que contener en sí mismo la lógica de su adecuación flexible a las tan disímiles circunstancias que viven (y las disfrutan, o las padecen) ESAS OTRAS PERSONAS que han de utilizarlo y aplicarlo a sus vidas. Si no la contiene, no es pertinente ni funcional más allá de nosotros mismos, porque tal como somos únicos, también ellas son únicas. Mucho ojo: trabajamos con y sobre vidas humanas, no con materiales de laboratorio. Vidas de seres humanos que se preparan para convertirse en la mejor versión de sí mismas y así poder aportar más y más valor, y precisamente con base en dicho aporte; en este sentido, nunca debemos promover en ellos que lo hagan desde bases que no sean genuinas”.

El personal branding es, sencillamente, un modelo estratégico de autopreparación y autogestión integral para convivir, contribuir, posicionarnos y crecer en sociedad y en contextos de cambio, con el objetivo de ser y dejar a nuestro alrededor las marcas personales que mejor definen, caracterizan, describen e integran lo que somos, hacemos y logramos en nuestros diversos procesos vitales, con base en los aportes de valor que hacemos a la sociedad.

A mi parecer, el logro de los objetivos estratégicos de marca personal planteados en la definición anterior, y en muchas de las que otros colegas han propuesto sobre el tema, exige la máxima autenticidad por parte de quien aspire a cumplirlos, si pretende marcar y posicionarse desde sí mismo y no desde la copia de alguien más; y demanda el máximo despliegue de ética profesional en quienes le acompañemos profesionalmente, para promover, desarrollar y estimular ese nivel de autenticidad. Solo así una marca puede ser realmente personal, y una asesoría en personal branding puede ser realmente profesional” (fin de la cita).

¿Qué quiero dejar dicho al traer estas ideas al contexto de la serie de trabajos que hoy concluyo? 

Pues muy sencillo, y seré muy breve (modo resumen); ya he ampliado bastante al respecto. Hacer nosotros, o permitir, o propiciar, o estimular que hagan otros, lo que David certeramente pone en solfa en su atinado comentario, y lo que Amalio ha criticado como uno de los vicios de la práctica del branding personal (a saber, la copia servil de lo que otros hacen gestionando sus propias marcas), nos niega y nos descalifica como cultivadores, practicantes y difusores del concepto marca personal. Todo enfoque que motive imitación mimética de prácticas ajenas es una negación y una distorsión del personal branding. Y todo aquel que lo haga debe ser sólidamente criticado y cuestionado, porque su mala praxis nos golpea y afecta a todos.

¿Será que mi posición sobre este aspecto tan crítico queda lo suficientemente clara?

Dice Amalio (en un comentario hecho al artículo base de la serie, en el cual él conversa con otro experto):

“…al final, este debate tiene algo que ver con ¿qué entendemos por «marca»? Podemos darle mil vueltas, pero sigo pensando que hay palabros a los que se asocia un significado que nos atrapa. Si a cualquiera persona, no experta, le hablas de «marca», va a pensar inmediatamente en la «imagen», o sea, en la proyección externa. Eso termina contaminándolo todo. Por eso no me gusta el palabro. Es muy muy interesante ver como la gente que más sabe de «marca personal», que más entiende de eso, empieza a hablar más de «estrategia personal» o, mejor, «estrategia profesional», o si prefieres, «marca profesional». Esos tres términos son mucho más acertados y saludables que el de «marca personal». Ese giro en la jerga utilizada es sintomático, y refleja los problemas «estructurales» que implica unir «marca» con «personas». Esa disonancia no se da con las empresas, en las que la «marca» sigue teniendo mucho sentido, aunque redefinida como un dispositivo que se tiene que construir con la participación activa de los clientes/usuarios. Te invito, Juanjo, a que te fijes en esa «migración semántica» que se está dando, aunque tímidamente, en el mundillo de la «marca personal». Es un reconocimiento implícito de las disfuncionalidades que comentamos aquí (no digo que sea porque lo digo yo, dado que son cosas de las que ha hablado mucha más gente) aunque la comunidad de marca personal no quiera reconocerlo. Hay mucho «groupthink» en esa comunidad, y mucha defensa corporativista-endogámica de un concepto que necesita revisarse” (negritas y subrayados míos).

Mi comentario:

Mucho de lo planteado en este comentario ha sido ya abordado por un servidor en entregas anteriores; pero por su significación, aparte de algunos elementos que Amalio introduce aquí y no aparecían en el post, me ha parecido importante expresar aunque sea brevemente algunas ideas al respecto. Me ha encantado la dinámica viva con la que he tenido que ir construyendo todo esto (literalmente, y por diversas razones, en el camino); por ejemplo, el comentario que ahora mismo lees deriva de un tuit que he visto un día antes de escribirlo, pues por alguna razón no había parado mientes con anterioridad en el que le da origen; se me había “escapado”, como seguramente otras varias cosas. Pero viene muy a cuento con los temas de hoy; por ende, vamos a ello. 

Iré comentando las expresiones de Amalio en este comentario suyo que me resultan más significativas:

 

  • Dice Amalio: “…hay palabros a los que se asocia un significado que nos atrapa”. 

 

Mi comentario: Creo que a todos los “palabros” les ocurre tres cuartos de lo mismo: son hechos y dichos para significar algo para nosotros, y ser “atrapados” por un significado no es necesariamente malo ni tiene malas implicaciones. La clave estaría tal vez en el uso que hagamos de lo que para cada quien signifique el palabro en cuestión; y en el caso que nos ocupa, ya ha sido demostrado en la cuarta entrega de esta serie que no tiene necesariamente una connotación negativa, y que la asociación marca + personas sí es, y sí funciona. En esta quinta entrega ello quedará aún más demostrado, dentro de un ratito, amigo lector. 

 

  • Dice Amalio: “…¿qué entendemos por «marca»?” 

 

Mi comentario: Intentaré resumir en brevísimas palabras la enorme riqueza conceptual contenida en el paquete de definiciones referenciales que propuse en la cuarta entrega de la serie:

“En el ámbito de las relaciones humanas, sociales y de mercado, marca es el resultado emocional de la interacción entre dos partes humanas, o entre una humana y otra no humana; y toma la forma de una huella que queda en la memoria de una de las dos partes, o de ambas (obvia y necesariamente la parte humana, en el segundo caso). Es importante precisar que, en los ámbitos a los cuales se alude, la marca generada por una parte no humana sobre una humana tiene en su génesis un origen humano, al ser producido y/o entregado y/o difundido por personas el bien, servicio o idea generador/a de dicha marca; y además, que esa marca se convierte en un insumo esencial de análisis y valoración, un factor crítico de visibilidad, reconocimiento, notoriedad y posicionamiento, así como un elemento detonante clave en los procesos de toma de decisiones acerca de múltiples aspectos de las relaciones humanas, sociales y de mercado”.

No sé si me ha quedado más o menos bien, ni quiero evaluar eso; en todo caso, siento que está muyyyyy incompleto, y me comprometo ante mi espejo y ante ti a seguir trabajando el asunto, amigo lector. Y por supuesto, al menos para mí -y espero que para todo aquel que haya podido analizar el marco conceptual de referencia-, este apretadísimo resumen deja muy claro (una vez más) que no hay ningún problema en relacionar marca con personas

¿Cómo lo ves tú, amigo lector?

  • Dice Amalio: “Si a cualquiera persona, no experta, le hablas de «marca», va a pensar inmediatamente en la «imagen», o sea, en la proyección externa”. 

Mi comentario: Muy breve, e interrogativo. ¿Por qué razón el hecho de que personas no expertas en un tema le otorguen desde su posición o perspectiva una determinada connotación al concepto que lo define, prescribe o indica la necesidad de que el concepto sea resignificado, reorientado, transformado y hasta eliminado del mapa, y no, por ejemplo, la de que dichos públicos sean más y mejor educados al respecto

  • Dice Amalio: “…la gente que más sabe de «marca personal», que más entiende de eso, empieza a hablar más de «estrategia personal» o, mejor, «estrategia profesional», o si prefieres, «marca profesional»”. 

Mi comentario: Una pregunta inicial: ¿Quiénes son “la gente que más sabe de marca personal” a la que Amalio se refiere? Porque si a partir de sus propias palabras ya citadas y comentadas en entregas anteriores, él alude bajo tales calificativos a Andrés y Guillem (muy justamente, a mi juicio, aunque de forma muy incompleta: faltarían unos cuaaaaaantos nombres en esa lista), puedo citarle algunos excelentes trabajos muyyyyyyyyyyy recientes de ambos expertos, que niegan rotundamente tal afirmación suya. Veámoslos juntos. 

De Andrés:

 

 

De Guillem: 

 

 

Amigo lector: si después de leer estas piezas de ambos Maestros, tú encuentras una sola forma de coincidir con Amalio en la afirmación suya que aquí estoy comentando, mejor no sigas leyendo mi trabajo, por favor. No valdrá la pena y perderás tu valioso tiempo. Y perdóname, por favor: como dice Tom Peters en Pasión por la Excelencia, hay momentos en que lo evidente salta a la vista.

Pero además, quiero precisar algo, sin la menor intención ofensiva, por supuesto, pero sí crítica: esta afirmación de Amalio me resulta un tanto especulativa. El criterio o conjunto de ellos que definiría quién sabe más o menos sobre marca personal, no está ni ha sido definido de forma consensuada por nadie en ninguna parte. Y puedo afirmarlo con bastante buen criterio: yo estudio sobre marca personal hace más de tres lustros, investigo formalmente el concepto y su práctica desde hace diez, hago consultoría y formación sobre el tema también hace una década, y conozco a personas que saben muchísimo sobre este campo (de hecho, aprendo a diario de ellas) y nunca han publicado un artículo al respecto. Lo han estudiado y lo manejan, dominan y practican a nivel de excelencia, pero no les gusta difundir masivamente lo que saben y saben hacer, como solemos hacerlo otros practicantes: lo dejan en sus espacios naturales y habituales de ejercicio, porque consideran que es ahí donde ellos deben estar y hasta donde su influencia e impacto deben llegar (lo cual yo les respeto, aunque no lo comparto). 

Y en el otro extremo, he leído innumerables artículos y algún que otro libro “sobre marca personal” que hablan de cualquier cosa menos de la verdadera esencia conceptual y metodológica de este concepto tan poderoso, aún estando sus autores entre los más “visibles” y hasta “notorios” alrededor del tema y/u otros relacionados -este del intrusismo profesional es un problema muy serio al que Andrés, Guillem, este servidor y otros colegas nos hemos referido con reiteración-. Con esto dejo dicho que visibilidad y notoriedad no equivalen a dominio, mucho menos a verdadero expertise: ello puede ser, pero no tiene que ser. Y entonces, lo que proponemos en línea u offline no nos define necesariamente como “los que más sabemos”, ni en este ni en ningún otro tema. Hay muchísimo más involucrado en ello.

Y por otra parte, hay muchísimos textos que no tratan explícitamente el concepto marca personal -ni siquiera mencionan tal “palabro”, para decirlo con Amalio-, y constituyen verdaderas biblias sobre el tema (en esta serie, y en esta misma quinta entrega, hay ejemplos de ello). Y aún por otra parte, este es un concepto de origen, esencia y práctica necesariamente multitemática, que se nutre conceptual y metodológicamente de muchísimos otros campos del saber (investigando sobre el tema, yo he identificado hasta el momento 14, y aún trabajo acerca de otros 4: para ampliar al respecto, sugiero una mirada a la respuesta # 6 que di a mi buen amigo y prestigioso colega Pablo Adán Micó en nuestra entrevista bidireccional transoceánica). Entonces…¿cómo identificar a quien sabe mucho y quien sabe poco y quien sabe y sabe hacer más o menos acerca de la marca personal, si no se es especialista en marca personal, o en al menos 5 o 6 de los taaaaaantos “mundos” que abarca, para poder entender hasta dónde otros saben o no saben de eso?

  • Dice Amalio: “Esos tres términos son mucho más acertados y saludables que el de «marca personal»”. 

Mi comentario: Aunque ya ha sido demostrado en la cuarta entrega de la serie que esto no es así, voy a agregar algunos elementos. 

  • Una estrategia personal es un trayecto con muchos posibles puntos de llegada, a través del cual un ser humano proyecta y trabaja para materializar un grupo de objetivos de, en y para su vida. Muy difícil separar de aquí el ámbito profesional, pues será muy cuesta arriba llegar a ser la persona deseada sin ser el profesional deseado, y sin el impacto multitemático de esta esfera sobre aquella (aquí te diría “y viceversa”, pero no hace falta: debajo te lo detallo). 
  • Una estrategia profesional también es un trayecto con muchos posibles puntos de llegada, entre los cuales la persona que la desarrolla deberá haber seleccionado antes aquellos a los que desea y espera arribar (verbigracia: Visión) y en el camino deberá hacer los ajustes necesarios. Muy difícil de segregar de la personal, porque como ya ha sido ampliamente demostrado, no es posible separar ambas esferas con un mínimo de seriedad.  
  • Y una marca profesional es un punto de llegada (o sea, un resultado), al cual se llega integrando sistémicamente en una estrategia la componente personal y la profesional que alguien gestiona de sí mismo/a, además de la social (en otro momento de este mismo trabajo se abunda al respecto). Pero además (y sobre todo), la marca profesional se subordina necesariamente a la personal, porque no es posible ser un profesional sin ser una persona, y porque no es posible ser un buen profesional sin los influjos e impactos positivos de la calidad humana y los diferentes atributos humanos de connotación positiva que inevitablemente se manifiestan en todo ejercicio profesional. 

Considerando estos y otros muchos elementos ya analizados y por analizar aquí, el concepto marca personal NO ES SUSTITUIBLE por ninguno de los tres que Amalio menciona como alternativas a este, a partir de las fuentes que plantea conocer. ¡Sería muy interesante obtener información al respecto!

  • Dice Amalio: “…los problemas «estructurales» que implica unir «marca» con «personas»”

Mi comentario: Esto ha sido ya suficientemente tratado y se ha demostrado que no existen tales problemas estructurales, o al menos, los que puedan existir no tienen para nada el carácter invalidante que Amalio les atribuye. No creo necesario retomarlo: sugiero ver la cuarta entrega de la serie. 

  • Dice Amalio: “Esa disonancia no se da con las empresas, en las que la «marca» sigue teniendo mucho sentido, aunque redefinida como un dispositivo que se tiene que construir con la participación activa de los clientes/usuarios”. 

Mi comentario: Los profesionales independientes también tenemos clientes/usuarios, y la marca tiene para nosotros el mismo significado que para las empresas: un resultado (Amalio mismo es una prueba viva de eso, como veremos más adelante). Pero además, la marca de las empresas es un resultado integrador de marcas personales de sus colaboradores: cuando alguien ofrece un servicio a nombre de la empresa, y en dicho proceso marca positivamente al receptor del mismo, dicha marca personal se traslada a la corporativa, y así la nutre, y la construye, y ello pasa con todos y cada uno de los colaboradores, ya sea en sentido positivo o negativo. Al respecto, sugiero revisar mi trabajo de 2018 Una organización vale tanto como su peor empleado.  

  • Dice Amalio: “…son cosas de las que ha hablado mucha más gente”.

Mi comentario: ¿Quiénes son? ¿Son especialistas en el tema u otros suficientemente relacionados, han investigado seriamente al respecto, o al menos, lo conocen lo suficiente como para emitir criterios a tomar seriamente en cuenta en este tema? Porque como ya he dicho antes, todavía estoy por leer una crítica seria al concepto marca personal y su práctica, que no pueda ser debida, decente y profesionalmente desmontada. Y no solo yo pienso así: pregúntenle a muchísimos colegas, y lo verán. Sigo esperando, pues. 

Al menos, Amalio habla de todo esto con un criterio profesional avalado por su amplia cultura general, su elevado nivel intelectual, su rica experiencia profesional en diversos campos donde la marca personal se manifiesta de forma transversal (le guste o no), y sobre todo por el hecho de que, como demostraré más adelante y es un caso recurrente, él mismo hace personal branding aunque no le guste el nombre del concepto MARCA PERSONAL, y ni siquiera considere y hasta pueda rechazar que es eso lo que está haciendo, caso por demás muy frecuente (y por cierto, me encanta su apelativo “palabro”, jejeje; no lo había leído aplicado al caso). Otros “críticos”, deberían estar al menos a ese nivel, para ser tomados en serio. Ojalá aparezcan, y se manifiesten, para que sigamos aprendiendo y creciendo entre todos. 

  • Dice Amalio: “…aunque la comunidad de marca personal no quiera reconocerlo. Hay mucho «groupthink» en esa comunidad, y mucha defensa corporativista-endogámica de un concepto que necesita revisarse”. 

Mi comentario: Comenzando por el final, coincido con Amalio en que la marca personal es un concepto que necesita SER REVISADO…pero ello debe hacerse sistemáticamente, COMO TODO CONCEPTO RELACIONADO CON EL DESARROLLO SOCIAL EN UNA NUEVA  ÉPOCA, DONDE TODO ESTÁ NECESARIAMENTE SIENDO SOMETIDO A REVISIÓN CONTINUA DEBIDO A LA DINÁMICA DE CAMBIO CONSTANTE EN QUE VIVIMOS.  O sea: esto no nos niega, ni siquiera nos cuestiona, mucho menos nos crucifica. Nos alerta sobre la necesidad de no dormirnos en nuestros laureles, a lo que me he referido en diferentes momentos, durante esta serie y también antes de ella. 

Dicho eso, voy a comentar brevemente tres conceptos que el autor nos dedica (uno en solitario y otros dos combinados).

  • Pensamiento de grupo: No veo cómo este concepto aplica a nuestra comunidad y su dinámica funcional, entre otras cosas porque no veo cómo Amalio puede sustentar lo que aquí afirma. ¿Tiene información fiable que describa nuestra convicción de lo negativo de algunas de nuestras decisiones y acciones, aunque las asumamos y practiquemos y defendamos como si fueran positivas? Porque de eso trata el concepto original de pensamiento de grupo (en inglés groupthink; un concepto ampliamente estudiado, analizado y aplicado por quienes hemos sido formadores y entrenadores de directivos, y/o profesores de Comportamiento Organizacional, Liderazgo y Toma de Decisiones Gerenciales -entre otras asignaturas- desde hace varias décadas, en mi caso desde 1994). Yo estoy “dentro” del campo marca personal, estudio e investigo sistemáticamente el tema, y no tengo tal información, ni veo ningún pensamiento de grupo “clásico” en nuestras prácticas “tribales” -espero sea captado el sentido real de este término aquí-. ¿Cómo puede Amalio sustentar su crítica?

En otra interpretación posible del concepto que puede ser propuesta y aplicada al caso y tema (no necesariamente “literal” en cuanto a su esencia), el pensamiento de grupo (s) existe de forma inevitable en toda comunidad profesional donde hay líderes y seguidores, sobre todo desde la óptica del poder de experto y del poder de referencia (hay otras opciones de significado a tomar en cuenta en ambos conceptos; sugiero no ceñirnos en exclusiva a las definiciones enlazadas). Quienes se adscriben a la lógica conceptual y metodológica de un líder, asumen un pensamiento grupal asociado a eso. Quienes prefieren los de otro líder, hacen lo propio…y así sucesivamente. Cuando el concepto es relativamente nuevo como el que nos ocupa, eso es prácticamente una regularidad; según va creciendo, y diversificándose sus matices y decursos,  van emergiendo nuevos líderes y nuevas ideas, y el pensamiento grupal se va segmentando y hasta “disgregando” (nunca desaparece del todo, porque seguidores habrá siempre: por definición, si todos fuéramos líderes, no habría líderes). Entonces, no es necesariamente negativo que haya esta “variante” de “groupthink” en la comunidad de la marca personal. Existe, y es normal, como en cualquier otra comunidad profesional

  • Defensa corporativista/endogámica: La componente “corporativista” no es tal en el sentido negativo con que Amalio la cuestiona, o al menos, yo no la veo como tal, y mucho menos veo porqué habría de ser vista de forma negativa: cuando muchas personas trabajan con y desde un concepto común, con metodologías que tienen muchos elementos comunes, para públicos con necesidades bastante comunes, y como parte de ello deben enfrentar y vencer resistencias frecuentemente comunes, resulta muy natural un cierto agrupamiento del tipo que Amalio expone; pero al menos en nuestro caso, ello no implica para nada que haya la tan peligrosa unanimidad

Al contrario: visualizo desde dentro de nosotros muchísima diversidad -de muy diversa índole, pero quiero enfatizar en la geográfica, la de origen profesional, la etaria y la experiencial-, y también cierto grado de unidad dentro de la diversidad (a mi entender, todavía insuficiente). Unidad “corporativa” (de TODA O CASI TODA nuestra comunidad profesional), y también otro (s) tipo (s) de unidad que podríamos llamar  “subcorporativa”, “departamental”, “zonal” o “grupal” (asociadas a proyectos compartidos por determinados grupos, o en función de las tendencias conceptuales o metodológicas a las que cada grupo se adscribe formal y sobre todo informalmente; y en algún que otro caso, inclusive con criterios geográficos y/o generacionales). Nada de eso tiene necesariamente una impronta desfavorable, al contrario: bien gestionado, puede generar interesantes sinergias a esos niveles, que contribuirán a mejorar el funcionamiento y potenciar el crecimiento de un sistema conceptual necesariamente diverso. 

Y la componente que Amalio define como “endogámica” me resulta muyyyy difícil de creer y asimilar en un campo donde TODOS venimos y seguimos llegando “desde fuera”: hasta donde yo sé, no existen aún en ninguna parte estudios formales de Grado Universitario en Marca Personal. Todo el que está aquí viene con otra formación y/o experiencia previa, y se inserta en este campo con aquellas herramientas mientras va adquiriendo y asimilando las de aquí. Por ceñirme solo a los dos ejemplos individuales que el propio Amalio ha propuesto como sus mejores referentes del tema: Andrés es químico agrícola, Guillem publicista, y la formación postgraduada de ambos tampoco se parece en nada. Y entonces, ¿de dónde sale nuestra supuesta endogamia?

¡Porque si hemos de acercar y asimilar tales enfoques al análisis de este concepto, a mí más bien me parece que la comunidad profesional de la marca personal es un grupo eminentemente exogámico, no endogámico

¿Cómo lo ves tú, amigo lector?

Y finalmente, un comentario más. La “empresa” es un concepto que, dicho sea muyyyyy básicamente, expresa y simboliza la integración de un grupo de seres humanos en torno a un macro-objetivo común, de índole principalmente económico/productiva. Su esencia somos las personas que le damos forma, tamaño, sentido, estructura, funcionalidad, misión, visión y valor: todo lo demás -y me refiero a TODO lo demás– es accesorio. Y el logro de los objetivos empresariales está en dependencia directa del nivel de satisfacción que las personas a las cuales se destina el valor producido sientan con los resultados aportados por las personas que han producido dicho valor (nuevamente sugiero revisar mi trabajo Marca personal: una organización vale tanto como su peor empleado). ¡No logro entender cómo es o sería posible aislar o segregar la marca de una empresa de las personas que SON esa empresa, hacen lo que ella hace, generan lo que ella aporta y logran lo que ella logra

Dice Amalio:

“El concepto de «marca personal», tal como suena, con su sesgo terminológico, nos «cosifica». Siembra las condiciones para que sea más fácil que eso nos ocurra. Las palabras no son inocentes. Creo que hay que cambiar el relato hacia «estrategia profesional», o si lo prefieres, «marca profesional»”.

Mi comentario:

Aquí funcionan todos los argumentos que he expuesto antes al “comentar el comentario” de David en el tema de la “cosificación”; por ende, amigo lector, solo te sugiero extrapolarlos. Más abajo incorporo algunos otros elementos sobre el tema. Y por supuesto, también funciona el análisis que he efectuado en la segunda entrega, sobre la “desintegración imposible de lo personal y lo profesional”, y el efectuado en la cuarta entrega de la serie sobre la “no inocencia” de las palabras a la que Amalio alude. En esencia, planteo y explico que efectivamente, ellas no son inocentes, pero tampoco culpables; y además, sustento y fundamento con cierta amplitud tal posición. Si necesitas revisarla, por favor, allí la tienes.

También creo que ya ha quedado muy claro que no existe tal “sesgo terminológico” al que Amalio se refiere, o al menos (para no absolutizar,  y respetando posibles discrepancias con los conceptos referenciales citados al respecto), no es tan rotundo como su proponente lo considera: hemos visto en entregas anteriores diversas definiciones y conjuntos de ideas magistrales e imprescindibles sobre el concepto “marca” que resultan clara y totalmente vinculables a nosotros como personas, o dicho a la inversa, nosotros vinculables a dichas definiciones. Veamos otros elementos sobre ello.

Hace un tiempo he coincidido con la idea que más arriba expone David, al plantear -en mi trabajo “Marca personal: no eres (ni puedes ser, ni debes sentirte) el modelo universal– que… 

“…dedicarme al branding personal, desde las diversas perspectivas en que lo trabajo desde hace algo más de una década, e integrándolo como eje transversal en las otras áreas del conocimiento en las cuales he tenido y tengo la suerte de trabajar, me ha hecho reafirmarme en mi consideración sobre lo negativo de los moldes, en general, y de los moldes humanos, en particular. Porque ajustarnos a un molde generado en y desde otra persona (un molde que es otra persona) nos limita profundamente nuestra posibilidad de ser la persona única e irrepetible que inevitablemente somos; distorsiona nuestra autopercepción, y desvía del rumbo correcto las acciones de mejora que podamos tomar para convertirnos en lo que suele denominarse ‘nuestra mejor versión’; lastra y frecuentemente castra nuestras opciones de ser, hacer y lograr a nuestro propio modo, y nos convierte en meros imitadores de aquellas personas cuyo tipo, nivel y calidad de logro querríamos conseguir (NOTA: así nacen muchas de las “cámaras de eco” a las que Amalio ha aludido y cuya generalización he cuestionado -V.D.E.P., noviembre 2019-.). Y a partir de todo ello, especialmente si la persona a quien imitamos tiene cierta visibilidad pública que permite contrastar públicamente ambas prácticas, esa pasa a ser nuestra marca personal. Se nos conoce como ‘Mengano, el que imita a Fulano’; pero lo peor es que realmente lo somos.

Y hay pocas cosas tan desagradables de ver y de apreciar como la réplica ‘textual’ o la imitación servil de una práctica ajena (en algo tan definitivamente personal y personalizado como debería serlo la aplicación de este concepto llamado branding personal), en lugar de contextualizarla y adecuarla a las circunstancias propias. Pareciera un vulgar y literal plagio de un texto literario, o la forzada y fraudulenta copia de un famoso, magistral e ‘incopiable’ cuadro de alguno de los clásicos”.

Me satisface poder decir que estas ideas coinciden plenamente con las de Amalio: al 1000 %. Solo que -una vez más-, las propuestas de este gran profesional cuestionan justamente algunas de las malas aplicaciones del concepto marca personal, y no el concepto en sí mismo, ni su construcción, ni su sistémica integración interconceptual marca/personas, por las múltiples razones que ya he expuesto y sustentan dicha posición

Ahora bien: cuando Amalio nos propone el cambio de relato hacia “«estrategia profesional», o si lo prefieres, «marca profesional»”, incorpora a mi juicio dos contradicciones conceptuales inherentes. Una, referida a la estrategia, que como muyyyy bien conoce este experto, no es un resultado sino la ruta decisoria implementada que nos conduce a él; y otra, la ya analizada y ampliamente comentada segregación imposible entre lo personal y lo profesional. Me concentro en la primera, sobre la cual ya he propuesto algunos elementos más arriba, intentando definiciones preliminares; la segunda está más que suficientemente tratada en esta serie de trabajos…aunque dentro de algunos párrafos no me quedará otro remedio que regresar a ella. ¡Te darás cuenta! 

Como ya ha sido analizado y está muy claro, la marca -cualquier marca- es un resultado. Entonces, no debemos confundirla con el proceso que nos conduce a obtenerlo. No es ni puede ser lo mismo la estrategia de gestión de una marca, que la propia marca, aunque en algún punto del futuro el modo de gestionarla estratégicamente llegue a convertirse en parte de la esencia de la marca y hasta en toda ella (hay ejemplos legendarios de esto, por ejemplo, asociados al tema calidad del servicio); pero al menos en principio, no abarcará nunca todo su contenido. 

Un ejemplo sencillo: la enorme prontitud con que una empresa sirve pizzas a domiciliolo cual la distingue y llega a ser parte de su marca, al posicionarla así en el imaginario colectivo de sus públicosno puede sustituir la calidad de las pizzas que sirve: a nadie le gusta comer pizzas malas aunque sean servidas a velocidad cósmica. El propio Amalio ha hecho interesantes referencias al tema en un EXCELENTE y RECOMENDABLE artículo titulado “El marketing como yo lo entiendo”, donde nos ofrece visiones de dicha disciplina muy propias de él y extraordinariamente válidas para esta época, con demostrables ecos explícitos y/o implícitos de referencias magistrales  como el Manifiesto Cluetrain, Peter Drucker, Tom Peters, Stephen Covey, Seth Godin, Jerome Mc Carthy, y algunas otras (me fascina, por ejemplo, esta frase: “¡¡Tu empresa es lo que la “experiencia de usuario” diga, y NO lo que anuncies en tu publicidad!!”, y esta otra -ojo, Guillem, Ylse, Eva y Nancy, reconocidos evangelistas de la siguiente idea y sus derivaciones-:  Las catedrales corporativas están lejos de comprender que el mercado funciona como un bazar donde lo que valen son las recomendaciones entre iguales”). 

Sobre lo anterior, dice Amalio, por ejemplo: “Se abusa del dogma de la “manipulación de las percepciones” (cambio lo que piensan en lugar del producto), y se hace demasiado hincapié en la imagen, en el envoltorio, en lugar de centrarse en lo que añade valor para el usuario”. Excelente, ¿verdad?

A ese gran artículo de Amalio regresaremos muy ampliamente en breve, amigo lector. Veamos ahora, entonces, el sugerido tránsito terminológico  (que obviamente, yo no comparto) desde la perspectiva de la marca personal hacia “estrategia profesional” o “marca profesional”, tomando como ejemplo la formulación de la visión.

No es lo mismo decir “convertirme dentro de 5 años en el profesional de referencia en el tema X para el mercado Z” (un RESULTADO definitorio de una marca personal), que decir “gestionar de forma sistémica un proceso de profesionalización progresiva en las áreas A, B y C, que me permita convertirme dentro de 5 años en el profesional de referencia en el tema X para el mercado Z” (un PROCESO que potencialmente puede generar una determinada marca personal). En el primer caso, hablamos de una marca (SER el profesional de referencia). En el segundo, hablamos de estrategia (decisiones y acciones a ejecutar en un tiempo determinado PARA CONVERTIRSE en el profesional de referencia).

Entonces, creo que no es posible pretender homologar ambos conceptos (marca y estrategia), porque sencillamente, son, definen y reflejan esencias diferentes. Y entonces, considero que no procede la sugerencia hecha por Amalio de cambiar un término que transmite un concepto, solo porque el término choca contra determinadas asunciones personales y/o de algunos colectivos acerca del concepto (sean cuales sean aquellas, e independientemente de cuán de acuerdo podamos estar con ellas), u otros relacionados, o sus implicaciones. Marca personal no es, significa ni implica lo mismo que estrategia profesional o marca profesional; y entre los tres conceptos, el único que refleja a plenitud la esencia, alcance e impacto del tema en el contexto al cual se lo aplica, integrando funcionalmente los diversos elementos necesarios y concurrentes, es el de MARCA PERSONAL.

Y ya en modo cierre temático, te comento y analizo otro asunto, que me resulta muyyyyyy interesante, amigo lector. Y te digo más: 

¡Si una sola cosa has de llevarte de esta lectura, y/o de toooooodas estas cinco lecturas, que sea, por favor, lo que viene a continuación!

En el mencionado artículo de Amalio (al cual te dije que volveríamos en breve) hay varios abordajes íntimamente cercanos a los que este gran profesional ha hecho en su crítica a la marca personal que aquí estamos debatiendo; pero de hecho -como podrá entender todo el que lo lea con atención, enfoque y desprejuicio-, MUCHOS de sus sólidos planteamientos son ABSOLUTAMENTE COMPATIBLES con la gestión de la marca personal tal como la entendemos quienes la practicamos, promovemos y defendemos, y por más que él la niegue en concepto o en práctica. Repito: LO RECOMIENDO, Y MUCHO.

La propia naturaleza del concepto marca personal, su transversalidad y su carácter integrador -en términos de gestión- de lo personal, lo profesional y lo social/relacional en la vida y la actividad de las personas en función del entorno en que conviven, hace posible que muchos textos escritos desde otras ópticas conceptuales, desemboquen a nivel metodológico en el personal branding; en este sentido, me resulta paradigmática, entre otras varias, la célebre obra de 2007 El Factor Confianza: el valor que lo cambia todo, de Stephen Covey Jr. y Rebecca Merrill. Estoy desarrollando un trabajo que aproxima el modelo propuesto por dichos autores a la gestión de la confianza desde nuestra mirada profesional como personal branders, y los hallazgos van siendo muy impactantes. ¡El libro del hijo del Gran Maestro de todos Stephen Covey es un texto absolutamente recomendado para aprender conceptual y metodológicamente sobre branding personal!

Y el mismo fenómeno de “extrapolación conceptual” o “traslación conceptual extratemática” (si caben los términos, jejeje) ocurre con el artículo que estamos analizando. Veamos más al respecto.

Por ejemplo: cuando en el cuarto párrafo del artículo que dio origen a todo este debate, Amalio ensalza merecidamente el trabajo de Andrés sobre el tema, él  describe el branding personal -sin llamarle de ese modo- como “algo que yo mismo he hecho en varios ámbitos en los que me he especializado en distintos momentos de mi vida, como el Marketing de la I+D, el Design Thinking y, ahora, la Inteligencia Colectiva. Me parece perfecto aprovechar conceptos de estrategia, e incluso de marketing, para dotar de identidad y coherencia a lo que hacemos como profesionales, y cómo lo proyectamos”. Solo que él, al escribirlo, lo limita en la intención propositiva explícita a la dimensión profesional. Y como veremos dentro de pocos párrafos, ello no solo es conceptualmente imposible, sino impracticable; y él mismo contradice tal limitación con su propia práctica, lo cual también quedará demostrado. 

Y que conste: ya me he encontrado antes con el interesante fenómeno presente, y precisamente en situaciones semejantes a la actual: a saber, debatiendo con personas de gran visibilidad, altísimo nivel profesional e intelectual, y elevada calidad humana, que cuestionan y hasta niegan la marca personal desde muchos de los mismos supuestos y conceptos que manejamos quienes la defendemos (ver dos ejemplos en este artículo, donde debato propuestas de los muy reconocidos Stacey Lastoe y James Altucher), e inclusive, siendo muy claro que ellos mismos los practican

Veamos y analicemos brevemente algunas citas demostrativas de lo anterior que figuran en el artículo de Amalio, muy significativamente titulado “El marketing como yo lo entiendo” (hay muuuuuucho más, y todo muyyyyyyyyy recomendable):

CITA # 1

El Marketing artesano se promueve a través de su obra y la calidad del contenido, que habla por él, y por la red de relaciones de confianza que sea capaz de tejer.

Así que su viabilidad profesional depende del ingenio que tenga para hacer visible y exponer su trabajo (como expresión condensada de sus habilidades) en espacios donde pueda ser realmente apreciado y, también, en ofrecer ese extra de calidad necesario que convierta al cliente en su mejor prescriptor. Todo esto aderezado por una gestión exquisita de su red de relaciones” (fin de la cita). 

NOTA SIN MARGEN: ¿Queda o no queda muy clara en esta formulación de Amalio la integración de lo personal y lo profesional en el proceso de gestión de la huella del consultor artesano sobre su clientela actual y potencial? Porque la construcción de esa tan necesaria “red de relaciones”…¿Cómo hacerlo bien al margen de nuestra condición y calidad de humanos? ¿Quién en su sano juicio querría hacer negocios profesionales con alguien en quien no confíe como persona?

Pues como ha quedado ampliamente demostrado en la primera entrega de esta serie, esa calidad humana es la primera y principal base de toda buena relación profesional. Ella es el primer factor generador de confianza: en principio, y por definición, nadie confiará en alguien conocido como una mala persona. ¡Y la confianza, es el factor clave para todo lo demás!

En el post base de este debate Amalio propone una paradoja que él mismo nos resuelve en el que ahora mismo estoy citando y analizando. Lo cito: “La paradoja es evidente: a más pensamos en nosotros como “marcas”, menos “personal” se vuelve todo”. Desde el propio accionar de Amalio y sus propuestas para quienes le leemos, y aún desde su rechazo a la combinación interconceptual marca/personas, nos queda muy claro que no es así, ¿verdad?

Y por otra parte…¿Quedan o no quedan muy claras aquí las componentes de visibilidad, gestión de contenidos, e impacto sobre los públicos, que definen y determinan una parte importante del posicionamiento de una marca personal? FIN DE LA NOTA

CITA # 2

…la Pyme o el profesional que todavía no es un crack, ni tiene la suerte de que le sobren los proyectos (así estamos la inmensa mayoría, y más ahora), tendrá que hacer algo más que trabajar bien para que le contraten o le compren” (fin de la cita). 

NOTA SIN MARGEN: “Algo más que trabajar bien”, nos dice muy certeramente Amalio; o sea, la componente profesional, en su sentido más estricto, no es ni será nunca suficiente, en un mercado saturado de ofertas y escaso en oportunidades. ¿Y cuál será, entonces, la componente que genere y/o complemente el impacto deseado/esperado/necesario, la que haga al consultor diferenciarse y distinguirse, si no es la humana? ¿Y cómo conseguirá poner de relieve la integración positiva -y promisoria para el potencial cliente- de ambas dimensiones, si no es a través de la gestión efectiva de su marca personal, de esa huella integradora de lo que somos, lo que hacemos y lo que logramos, abarcando las dos esferas, la personal y la profesional? Porque ese consultor ES, Y DEJA EN SU ENTORNO, UNA DETERMINADA MARCA PERSONAL; a estas alturas, eso ya no ofrece dudas para nadie desprejuiciado sobre el tema. Y esos que Amalio define como “cracks”…¿en virtud de qué lo son, y quién les otorga tal “título”? “Eso”, SE LLAMA MARCA PERSONAL, y ha sido generada en el entorno por sus “titulares”, a golpe de resultados profesionales enmarcados en una sólida y favorable impronta humana: ES ASÍ COMO SE HACE

Y finalmente por ahora, una sólida autora citada por Amalio en el post base del presente debate, nos propone lo siguiente, en modo crítica de la marca personal: “¿Cómo se puede ser realmente «auténtico» si te ves obligado a censurarte a ti mismo por el bien de la identidad de marca?” Y yo les pregunto a ambos: ¿Dónde la literatura mínimamente seria sobre personal branding dice que es necesario censurarse uno mismo por el bien de la identidad de marca? Porque es exactamente al revés: por eso es tan importante leer con cierta amplitud y profundidad sobre un tema para conocerlo antes de opinar críticamente sobre él, y aparentemente la autora de esa frase no lo ha hecho lo suficiente. Para más info al respecto, ver la primera entrega de esta serie; y por otra parte, le planteo a Amalio -y a todo aquel que lea estas líneas- que mucho de lo propuesto por la citada autora en su artículo original, negando o cuestionando la marca personal, se basa en severas distorsiones de la esencia de este concepto, y no en su práctica correcta: al parecer, ello se nos va convirtiendo en una regularidad

Otra cosa muy diferente sería limitar y/o erradicar el uso de ciertas expresiones en ciertos momentos y ante ciertos públicos, si usarlas puede perjudicar el logro de nuestros objetivos; pero ello no tiene que ver con la identidad de la marca (recordemos que este es un concepto diferente al de imagen de marca, más enfocado hacia fuera), sino con un tema de coyuntural conveniencia estratégica, lo cual funciona en todo tiempo y espacio tanto para personas como para organizaciones. Me he referido a ello al responder la siguiente y compleja interrogante que me planteó el Maestro Jordi Collell en nuestra entrevista bidireccional transoceánica -lo cual constituye un asunto de muchísimo debate actual en nuestro campo-: ¿Es un pecado de personal branding hablar de sexo, religión, política o fútbol (o del deporte rey en tu país), en público o en redes sociales? FIN DE LA NOTA.  

CITA # 3

2. Identidad: Canalizar el desarrollo de una identidad fuerte, de cuño propio y no clónica o mimética, que parta de una comprensión profunda de tus fortalezas genuinas, y no de modas o tendencias impuestas” (fin de la cita). 

NOTA SIN MARGEN: Si no nos conocemos, ¿cómo podemos identificar, clasificar, diagnosticar, contrastar con las necesidades que hayamos identificado en nuestros públicos, y cuando ello proceda, mejorar los atributos con los cuales pretendemos marcar a esos públicos? Eso es HACER PERSONAL BRANDING, comenzando por la primera fase del modelo Iceberg de Soymimarca (autoconocimiento), o del modelo ADN de Andrés (autenticidad: ser y actuar como nosotros mismos, para lo cual es imprescindible conocer quiénes somos), y “barriendo hacia casa” -esta frase la aprendí de Guillem-, la dimensión SER del modelo de mi autoría: el marco tridimensional de la marca personal (en mi trabajo de 2016 La marca personal de los expertos, puedes revisar uno de los primeros avances publicados sobre el mismo). Y hay otros modelos de personal branding en los cuales dicha dinámica también funciona, porque sencillamente, no puede ser de otra manera: la única forma de gestionar bien una marca personal es partir de la persona que es y deja dicha marca

Y por otra parte, hablando de personal branding y montándome en el acercamiento a este que Amalio efectúa en el artículo que aquí analizo, debo precisar que esa identidad no debe basarse únicamente en el conocimiento de nuestras fortalezas genuinas, sino que debe incluir el de nuestras debilidades genuinas, cuya superación y eventual eliminación es la única manera de crecer de forma genuina. Debilidades que no pueden incluir únicamente la componente “puramente profesional”, pues inclusive si somos muy fuertes en dicha esfera, pero muy pobres en la componente relacional (por mencionar solo uno de los ámbitos de la componente “puramente personal”)…¿cuál marca seremos y dejaremos a nuestro alrededor, y quién querrá trabajar con nosotros?

Recordemos la definición más básica y general del concepto que nos ocupa: la huella que dejamos en los demás. ¿Acaso dicha huella solo puede ser positiva, basada en nuestras fortalezas? ¿O será que también puede ser negativa, generada por nuestras debilidades? ¿O inclusive, “neutra” -cualitativamente hablando, claro-, a partir de un cierto “equilibrio” entre unas y otras? 

La respuesta es bastante obvia, ¿verdad? 

Y tampoco perdamos de vista que no somos fuertes y/o débiles en abstracto y general, sino en concreto y específico: no para todo momento, contexto y situación, sino para unos muy particulares, en los cuales funcione y contribuya lo que podemos aportar en todas las perspectivas -las ideas de Amalio son EXCELENTES en este sentido-; porque ni nuestras fortalezas le funcionan y sirven de igual modo a todo el mundo todo el tiempo, ni nuestras debilidades nos limitan para impactar positivamente en todo tipo de espacio, ni en un mismo espacio en todo momento y situación. Una vez más (y van muchísimas), la palabra clave vuelve a ser…sí, amigo lector, adivinaste: ¡pareciera que me vas conociendo! Esa palabra es DEPENDE.

FIN DE LA NOTA.

CITA # 4 

3. Foco: No puedes ser bueno en todo, ni pretender contentar a todo el mundo porque entonces no vas a satisfacer a nadie. Ahí entra el concepto de “segmentación”, que conserva su plena vigencia (aunque es cierto que sea cada vez más difícil hacerlo), y la necesidad de descubrir y/o elegir en qué colectivos quieres centrar tus mayores esfuerzos porque presumes que serán más sensibles a tu propuesta de valor” (fin de la cita). 

NOTA SIN MARGEN: En este caso, abordaré la cita de Amalio Rey desde dos miradas diferentes. Una (le llamaré Mirada 1), para reafirmar el muy cercano “parentesco” entre lo aquí propuesto por Amalio y el personal branding; y la otra (Mirada 2), para analizar una interesantísima contradicción que percibo en la propuesta, y proponer al respecto desde otra perspectiva.

Pero antes, debo decir que me encanta esta formulación de Amalio; en mi trabajo de 2016 Cómo usar un blog en modo branding personal hice referencia a esto, pero no en cuanto a los públicos (el excelente abordaje de este gran profesional), sino acerca de los temas a trabajar si se pretende usar el blog como plataforma de gestión y posicionamiento de nuestra marca personal. Así:

¿Quieres educar, comunicar, crear y cultivar relaciones, desarrollar un espacio informativo de referencia, hacer negocios, desarrollar tu marca, posicionarte…o todo eso junto, a través de tu blog?

Lograrlo todo junto es muy difícil; pero se puede llegar a ese punto de modo gradual. El posicionamiento de marca que necesitas para convertirte en una referencia a partir de las propuestas de tu blog, exige que te enfoques a temas y objetivos concretos para periodos específicos: ellos serán tu foco. Y si quieres lograrlos, no pueden ser muchos; o al menos, no muchos a la vez.

Porque tener muchos objetivos te hará perder el foco. Los objetivos definen las prioridades. Priorizar implica necesariamente escoger y decantar. Y como te lo dirá cualquier especialista decente en gerencia, quien tiene muchos objetivos, no tiene ninguno”.

Y por cierto: también cité en ese trabajo, del gran Tom Peters -”el mejor amigo y la peor pesadilla de los negocios”-, una frase de su clásico Pasión por la Excelencia (1986) que suelo utilizar mucho: “Nadie puede ser excelente en todo”. Curiosa “coincidencia”, ¿verdad?

Y tras esta breve pincelada de aquiescencia temática y de criterio, regreso al curso de mi análisis. 

Mirada 1

Esta cita sigue demostrando que Amalio Rey se acerca conceptual y metodológicamente al branding personal, y además, lo practica,  si asumimos como un hecho la gran coherencia evidente entre sus dichos y sus hechos (mientras más he trabajado en esta serie de cinco artículos, más motivado me he sentido a leer su trabajo, el cual había explorado pero no profundizado lo suficiente -¡gracias a ello, he descubierto que somos compatriotas!-, y más lo admiro; debo reconocerlo con total honestidad, y te pongo como ejemplo, muy reciente, este fantástico proyecto de soporte a la innovación, cuya lectura y utilización recomiendo mucho, y que es muyyyyy representativo de su potente marca personal). 

Me explico: cuando Amalio propone “…descubrir y/o elegir en qué colectivos quieres centrar tus mayores esfuerzos porque presumes que serán más sensibles a tu propuesta de valor”, nos está hablando de explorar el entorno, diagnosticar a los diversos públicos y sus necesidades evidentes o subyacentes, y evaluar en cuáles de los segmentos que los integran será más viable posicionar nuestra marca personal, con base en el valor que les podamos aportar, o en otro caso posible, aprovechar el posicionamiento de ella que ya hayamos conseguido (notoriedad mediante, por ejemplo). 

En mi trabajo de 2019 Marca personal: el complejo trayecto entre ser y trascender, he planteado que

“…una marca personal:

  • inicia (ser: origen, personalidad, principios, valores, perfil profesional, competencias),
  • evoluciona, se desarrolla, crece (hacer: trabajar, estudiar, investigar, innovar, crear, interactuar, relacionarse, gestionar, comunicar, mercadear),
  • y, sobre todo en términos de retorno, “termina” (lograr: aumento de la visibilidad, mejora de los resultados profesionales en el ámbito de labor, crecimiento financiero, elevación del impacto en el entorno, posicionamiento positivo creciente ante los públicos objetivo y eventualmente otros, sostenibilidad, perdurabilidad, legado, trascendencia), en la persona que toda marca personal es.”

Como fácilmente se entiende en esta definición, no hay forma de ser y dejar marca personal en ausencia de públicos. Lo que ellos reciben de nosotros, y la forma en que nos ubican en sus mentes gracias a ello, nos define como marcas personales”.

Y en virtud de todo ello, cabe perfectamente en un proceso de branding personal la muy pertinente combinación segmentación/enfoque que Amalio propone (de hecho, ello es parte de todo proceso realmente profesional de branding personal). Pues él sabe perfectamente que su marca (y cualquier otra marca) funciona e impacta muchísimo más y mejor cuando ha sido erigida en tal por unos públicos sensibles al valor previamente aportado (a ellos, o a otros, de lo cual tendrán información, por ejemplo, vía visibilidad y/o vía notoriedad de marca), y por ende, mucho más receptivos al valor potencial por aportar. Y esto es así, viendo y analizando la cita en solitario; si la integramos sistémicamente al resto de ellas, y visualizamos el modelo que definen, esta verdad se hace muchísimo más visible, sustentable y aplicable.

Mirada 2

Este planteamiento de Amalio que ahora comento, relativo al foco, contiene una interesante contradicción con otras ideas propuestas por él a Guillem (en tono interrogativo) en el debate entre ambos que más arriba he citado textualmente. Y aunque en otros momentos las abordo, tengo que traerlas aquí para poder explicarme: Amalio cuestiona a Guillem sobre lo “no saludable” de incorporar nociones como “propuesta de valor” y “modelo de negocio” a nuestra vida personal; y aquí arriba nos habla explícitamente de nuestra propuesta de valor. Supongo y asumo que lo hace en la perspectiva “puramente profesional”: ya nos ha quedado muy clara en momentos anteriores su propensión a separar dicha perspectiva de la “puramente personal”.

Ahí es donde nace la ruptura.  Y hacia ella dirijo mi enfoque a continuación.

Es que no se trata de la “vida personal”. Tampoco de la “vida profesional”. Se trata de LA VIDA, que a efectos de la gestión de marca personal, incluye e integra ambas esferas, y por supuesto, también la “vida social”suponiendo que alguien pueda definir inequívocamente conceptos claros para cada una de ellas, y determinar fronteras claras entre estas “tres vidas”, que permitan identificar con claridad cuándo se trata de una y cuándo de otra en un tema como el que aquí me ocupa (pues por mi parte, yo me confieso absolutamente incompetente para hacerlo). Y me explico breve y básicamente sobre esta última “suposición”. 

Si asumimos la vida “personal” -por ejemplo- como los momentos y espacios de nuestra existencia en los cuales no estamos “estrictamente” trabajando (a saber: la interacción familiar y/o con amigos, la diversión, los paseos, el ocio en el sentido más amplio, el descanso, la lectura “recreativa”, la visita al médico, las compras familiares, la relación con la escuela de los hijos, las celebraciones, los momentos de soledad que muchos necesitamos y los procesos íntimos que en ellos desarrollamos, etc., etc.), no podemos deslindarla nunca de la zona “profesional”. Entre otras muchas razones, porque el ejercicio de una profesión contribuye de forma decisiva al desarrollo integral que alcanzamos como personas y se revierte en nuestro comportamiento como tales -o sea, en nuestra vida “personal”-; porque esa zona “personal” es generalmente asegurada y garantizada gracias a los recursos que obtenemos en la “profesional”, en la cual actúa para producirlos la persona de quien se trate; y además, porque es muyyyyy raro que alguien pueda “aislar” totalmente de su mente los pensamientos relativos al trabajo cuando sale del espacio en que lo hace -en cualquier modalidad-, o que excluya absolutamente de sus conversaciones familiares o con amigos las referencias a las ¿8? horas laboradas y lo sucedido en ellas; y tampoco se puede deslindarla de la “social”, porque salvo contadas “excepciones muy excepcionales”, desarrollamos esa vida “personal” en compañía de otros seres humanos, con los cuales socializamos de diferentes formas.  Para no referirme a personas como el propio Amalio, como este servidor, como Andrés, Guillem, Jordi, Neus, David, Pablo, Eva, Ylse, Nancy, Yael, y otros muchísimos colegas citados y/o aludidos a lo largo de esta serie, a quienes por la naturaleza relativamente independiente y absolutamente emprendedora de nuestros ejercicios profesionales nos cuesta mucho efectuar tales “deslindes”, tanto en términos de tiempo como de espacio y de actividad; seguramente todos hemos dedicado y/o solemos dedicar muuuuchas horas de nuestro tiempo destinado al descanso y al ocio (nuestra vida “personal”) a leer, estudiar, investigar, diseñar, escribir, consultar a colegas (nuestra vida “profesional”) y/o al desarrollo de actividades de networking (nuestra vida “profesional” mezclada con la “social”, en nuestros horarios de vida “personal” -no te pierdas el interesante webinar de la destacada especialista venezolana en networking Nohelis Ruiz que arriba te he enlazado-)…¿Y entonces?

Veamos muy brevemente cuatro casos, que en el ámbito del branding personal, y de diferentes formas, resultan muy ilustrativos y demostrativos de la validez de esta lógica que te propongo; y lo haremos desde su utilización de la cada vez más popular plataforma Instagram.

  • Jordi Collell. Este reconocidísimo y respetadísimo personal brander, coach y académico español -cofundador junto a Guillem de la prestigiosa empresa Soymimarca, del Primer Postgrado Internacional en Personal Branding dictado en nuestro idioma, y del Personal Branding Lab Day, Primer Congreso Internacional acerca del tema que en pocos días tendrá su seguramente exitosa quinta edición-, gestiona su perfil de Instagram proponiendo mensajes personales, así como de índole profesional, cultural y social, desde los cuales deriva interrogantes sobre -e ideas para- el desarrollo de la perspectiva personal, profesional y social de sus seguidores,y la integración de ellas. Presencias clave: El ser humano Jordi desde múltiples miradas y perspectivas. La marca personal. Jordi y sus costumbres. Barcelona. Jordi y su trabajo. La cultura. La educación. Madre Natura. Curiosidades varias. Y un imprescindible: Jordi y sus sombreros, su marcador de marca. Te sugiero revisarlo.
  • Ylse Roa. Esta gran profesional venezolana de talla, alcance e impacto internacional, quien es un sólido paradigma del valor de lo humano en el branding personal, integra en su modelo de gestión de Instagram lo “estrictamente personal”, lo “estrictamente profesional” y lo “estrictamente social”…pero todo ello “cruzado” entre sí y por la manera en que ella lo propone: el toque tan personal que da a lo profesional y la forma en que convierte ambas esferas en puentes para lo social, resultan modélicas. Y en su caso, vale además decir que Ylse forma, entrena y consulta a otros profesionales acerca del tema, y también prepara en línea, desde su Caracas, a grupos formales de estudiantes de España y de la República Dominicana sobre el manejo de Twitter: otra plataforma social en cuyo uso profesional ella destaca, gracias entre otras cosas a la magistral manera en que signa con lo humano todas sus ejecutorias profesionales y sociales. Presencias clave: El ser humano Ylse desde múltiples miradas y perspectivas. La marca personal. Ylse y su trabajo. Ylse y su familia. Venezuela. Caracas. La amistad. Las relaciones y la calidad humana. La mujer y sus múltiples calidades, potencialidades y desarrollos. La poesía. La fotografía. Madre Natura. Las flores. Los gatos. Los atardeceres. Te sugiero revisarla.
  • Guillem Recolons. Este otro gran referente del personal branding internacional -cofundador junto a Jordi de todo lo arriba mencionado, y fundador o participante muy activo de otras varias cosas, jejeje- incorpora a la gestión de su perfil de Instagram temas personales, profesionales y sociales en un equilibrio bastante dinámico: basta apreciar cómo él combina lo cultural en un sentido estricto (mezclado con lo histórico, lo geográfico, etc.) con sus propuestas destinadas a promover el desarrollo integral de cada persona de sus públicos. Presencias clave: El ser humano Guillem desde múltiples miradas y perspectivas. La marca personal. Guillem y su trabajo. Guillem y su familia. Barcelona. Madre Natura. Arte y cultura. La fotografía. La actividad física. Las relaciones humanas. 
  • Y finalmente, un caso definitivamente paradigmático de esta “integración tri-vida” podemos apreciarlo en la ejecutorias de la reconocida profesional panameña del personal branding Yael Bern. Quien observa, por ejemplo, su perfil de Instagram, puede percibir fácilmente cómo se entrecruzan, se mezclan, se difuminan y prácticamente desaparecen las líneas divisorias entre lo que podría ser “clasificado” como su vida personal, su vida profesional y su vida social. Por citar solo un ejemplo de tal accionar, ella no deja de proponer a sus seguidores, desde su visión profesional del tema, diferentes tips sobre y para la gestión efectiva de sus respectivas marcas personales, y lo hace desde la integración que ella misma hace de su persona y su “vida personal” a su propia marca personal en el decurso de su “vida profesional” (en diversos momentos y actividades, inclusive familiares), y desde las múltiples formas en que ambas se combinan en su “vida social”; resulta muy interesante el rol de su familia en este desarrollo, al cual está incorporada desde diferentes perspectivas. Presencias clave: El ser humano Yael desde múltiples miradas y perspectivas. La marca personal. Yael y su familia. Yael y su trabajo. Yael y su imagen. Yael y su proyecto de vida. Yael y sus hábitos, gustos y preferencias. Panamá. Temas de arte y cultura. Yael y su comunidad, a la cual mima y estimula con sus propuestas. Te sugiero revisarla. 

Y es que inevitablemente, como bien lo demuestran los cuatro casos aquí citados y otros muchísimos, estas “tres vidas” están y seguirán integradas, si hacemos bien “nuestro trabajo” como seres humanos que trabajan en, desde y para un entorno social: somos seres indivisibles, y además, plenamente conectados con quienes nos rodean, y ellos a su vez con nosotros y lo que somos, hacemos y logramos; entonces, no tiene sentido pretender fragmentarnos nosotros, ni distanciarlos a ellos

Este análisis temático me recuerda algo de mis estudios de preuniversitario; no preciso si fue en 11⁰ o 12⁰ grado, allá por 1979 o 1980, cuando abordábamos en Literatura -nunca olvido a mi gran profesora Sonia, que me dio clase en los tres años de dicho nivel, y con quien sostenía frecuentes debates- al célebre dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht, y su técnica de “extrañamiento”: una forma de escribir el teatro destinada a colocar al espectador emocionalmente “lejos” de lo que ocurre en escena, de forma tal que pueda recibirlo, analizarlo, juzgarlo, evaluarlo y tomar posiciones sobre ello de forma crítica, objetiva, desprejuiciada e imparcial, hasta donde eso es humanamente posible. Pues, amigo lector, resulta que ni esa técnica ni otras parecidas o equivalentes funcionan en el personal branding. Nosotros no podemos pretender “extrañar” a quienes nos rodean de nuestras vidas, porque ni estas ni lo que en ellas sucede son obras o actos de teatro, sino la vida misma: y cuanto en ellas tiene lugar sí afecta directa o indirectamente a nuestro entorno humano (y también a otros entornos, por supuesto). Quienes nos rodean en cada momento y espacio de nuestra vida son quienes nos hacen la marca que somos, pues es a ellos a quienes marcamos a través de lo que somos, hacemos y logramos. Como reza una frase habitual y paradigmática de la nueva época en que vivimos, “todo está conectado”; y agrego a ello que también TODOS LO ESTAMOS.

Y este análisis nos conduce a que nuestra propuesta de valor “profesional” no puede excluir a la persona que somos, ni nuestros modos de socializar con otras personas; todo ello hace parte del paquete integrado que ofrecemos a nuestros públicos, pues estos no deslindan –NO PUEDEN DESLINDAR– al profesional que somos, de la persona que somos, ni del ser social que somos. Todas estas facetas de nuestro ser, nuestro accionar, y nuestro logro, deben estar presentes en nuestra propuesta de valor de forma al menos implícita -y preferiblemente, explícita-, porque querámoslo o no, lo están, y de forma integrada, no segregada. Tal como no podemos decidir si somos o no somos marca, porque lo somos querámoslo o no, y eso funciona así en múltiples ámbitos: los hechos objetivos, los que no dependen de nuestra voluntad, están ahí y hemos de aprender a vivir con ellos. Como le dije hace cierto tiempo a un joven político a quien asesoro en branding personal, y  que “se negaba a involucrar a su familia” en su actividad política (cita aproximada): 

“Mira, Fulano: desde el momento en que discutiste con tu esposa y tus demás parientes, la decisión de aspirar al cargo X en las próximas elecciones, y ellos aceptaron y decidieron apoyarte, les involucraste y se involucraron. Y además, seguirán involucrados, porque por ejemplo, tú invertirás en la campaña electoral algunos recursos que no invertirás en casa, y ello obviamente les afecta en alguna medida. Además, si tú no ganas el puesto, sufrirán contigo tu derrota y deberán apoyarte de diversas formas para que te recuperes de ella, y eventualmente, regreses al ruedo en próximos procesos; y si lo ganas, ellos se beneficiarán de los emolumentos que te corresponderán por ejercerlo y de la buena imagen que coseches gracias a ello, y por tanto, deberán apoyarte y hasta exigirte para que puedas hacerlo bien, honesta, decente y profesionalmente, como debe ser; pero además, serán afectados de muy diversas formas por los importantes tiempos que deberás restarles a ellos para dedicárselos a los electores que te habrán colocado allí, votos mediante. Así que olvídate de eso: si tú eres político, tu familia está involucrada en la política, les guste y te guste, o no”. 

Todo lo cual confirma, además, lo fuerte e indisoluble del ya demostrado vínculo entre la vida “personal”, la “profesional” y la “social”, ¿no es así, amigo lector? ¿Recuerdas que en la segunda entrega de la serie desarrollamos esta parte con cierta amplitud? Pues esta quinta y última parece habernos confirmado aquellas ideas; ¿verdad que sí?

Entonces, NO, distinguido colega y compatriota  Amalio: respondiendo a su pregunta, NO es asfixiante en modo alguno integrar el concepto de propuesta de valor a nuestra vida personal, porque de hecho, NO LO HACEMOS: ella YA LO ESTÁ, desde el momento en que somos personas que actuamos como profesionales en un entorno social que se sirve del valor que aportamos, y gracias a lo cual nosotros vivimos. Y por otra parte, ¿será que nuestro valor propuesto al mercado puede excluir de alguna mágica forma nuestra condición y calidad de humanos, con todo lo que ella implica, por ejemplo, para el desarrollo de buenas relaciones de negocios?

Y de nuevo por otra parte…¿las cuatro excelentes citas de este post de Amalio vistas hasta ahora (junto a la que viene a continuación, y a otros interesantes contenidos de dicho artículo que no he citado aquí) no reflejan algunas significativas partes de un modelo de negocio, en cualquiera de las definiciones más conocidas de este concepto tan importante? Y si como acabo de exponer, no hay forma “correcta y pertinente” de segregar nuestras “tres vidas”…pues tampoco, distinguido colega Amalio: NO es asfixiante en modo alguno integrar el concepto de modelo de negocio a nuestra vida personal, porque no hay una vida “puramente personal”: no existe forma alguna de separar estrictamente dicha vida de la profesional y la social. Porque nuestra actividad profesional no puede excluir de forma alguna nuestra condición y calidad de humanos, que entre otras muchísimas cosas incluye nuestra interacción social con otras personas; y todo lo que hagamos a nivel profesional y/o de negocios estará inevitablemente signado por el ser humano y social que cada uno de nosotros, también inevitablemente, ES. No hay forma de evadirlo. Eso es así, y sencillamente, NO PUEDE SER DE OTRA MANERA

FIN DE LA NOTA

CITA # 5

“4. Coherencia: Generar mensajes que se correspondan con tus acciones, para que tus interlocutores sepan lo que pueden esperar de ti, y crean en lo que prometes. Ese alineamiento entre hacer-decir es mágico y tiene un efecto acumulativo de generación de confianza impresionante”.

“…la fórmula consiste en focalizar los esfuerzos en unos pocos clientes (¡¡personas!!) a los que atender con especial dedicación. Son personas sensibles a lo que hago y que confían en mí. Estén aquí o allá, en la empresa o institución que sea, nos une una confianza que tarde o temprano termina traduciéndose en proyectos compartidos” (fin de la cita).

NOTA SIN MARGEN: “…(¡¡personas!!)…mensajes que se correspondan con tus acciones…que sepan lo que pueden esperar de ti, y crean en lo que prometes…personas sensibles a lo que hago y que confían en mí….nos une una confianza que…termina traduciéndose en proyectos compartidos.” Fíjate cómo Amalio transita, casi se desliza, desde el muy comercial sustantivo “clientes” al humanísimo “personas”, este último  entre dobles signos de admiración…¿Por qué crees que sea? Y todo esto, que se llama ENFOQUE A LAS PERSONAS, SER SERIO, COHERENTE, CREÍBLE Y CONFIABLE, todo ello a los ojos de nuestros públicos, por supuesto…¿no es una marca personal, o parte importante de una? ¿Acaso todo ello no nace, crece, se multiplica y difunde en, por y desde la huella de seriedad, coherencia, credibilidad y confiabilidad que hemos dejado a nuestro alrededor con nuestras conductas “personales, profesionales y sociales”? Y si no, ¿de dónde, por Dios?

La única “disonancia” aquí es que esa marca personal no se llama Colgate, ni Audi, ni Danone, ni Estados Unidos, ni París, ni FIFA, ni Cocacola, ni Harvard, ni la UNESCO, ni Los Beatles, ni El Corte Inglés, ni Barcelona, ni ADECO, ni Apple, ni un infinito etc., etc., etc…Se llama Amalio Rey. Y tal como esas otras infinitas marcas se han quedado y están en la mente e sus públicos de ciertas maneras y por ciertos motivos, Amalio -como cualquiera de nosotros- está en la mente de las PERSONAS que son sus clientes, de ciertas maneras y por ciertos motivos, tal como algunas o muchas de esas u otras PERSONAS seguramente están en la mente de Amalio -como en la de cualquiera de nosotros-, de ciertas maneras y por ciertos motivos. Fin de la historia. 

Podría hacer otras varias preguntas y sacarle mucho más jugo a esta última y excelente cita del colega y compatriota Amalio Rey. Pero resulta que su esencia conceptual y metodológica de branding personal es TAN CLARA Y EVIDENTE, que lo creo innecesario. Nadie sincero, desprejuiciado y con un mínimo básico de conocimiento sobre la gestión correcta de una marca personal, puede negarla. Lo dejo hasta aquí, y volveré sobre ello solo de ser imprescindible. FIN DE LA NOTA

¿De qué nos habla Amalio en todos estos fragmentos, estimados colegas Andrés, Guillem, Neus, David, Eva, Pablo, Jordi, Jane, Oscar, Arancha, Joan, Ylse, Rocío, Celia, Ami, Nancy, Marco, Daniela, Henrique, Nilton, Raquel, Fran, Enrique, Elena, Ilana, Sonia, Luigi, Alicia, Yael, Joanna, Jenny, Xavi, y otros tantos que trabajan con denuedo cultivando y promoviendo las mejores prácticas del branding personal? O al menos, para no forzar las cosas, digámoslo de este otro modo: ¿Cómo llamamos a todo eso (en términos de proceso y de resultado, según corresponda), nosotros y tantos otros colegas que hacen lo que hacemos, y lo han llamado y lo siguen llamando así los creadores y más importantes cultivadores y difusores del concepto, y los múltiples públicos relacionados con el tema? Por ejemplo, ¿cómo lo llamaría cada uno de los 66 colegas cuya exquisita y muy competente compañía me honra tanto, quienes participan como ponentes en cualquiera de las modalidades del ya muy próximo Congreso Internacional Personal Branding Lab Day 2019?

ESO DE QUE NOS HABLA MAGISTRALMENTE AMALIO, ESO ES PERSONAL BRANDING, amigo lector. No creo haber leído muchas propuestas que lo expliquen mejor ni de un modo tan preciso, independientemente de que a él no le guste ni funcione dicha denominación, por las razones que ya conocemos. Y el resultado global que se obtiene aplicando a la práctica esas ideas, SE LLAMA MARCA PERSONAL; yo asumo que la potente marca de Amalio es resultado de hacerlo precisamente así. Porque le guste o no el concepto, Amalio Rey es una potente marca personal (no dejes de ver los testimonios aquí enlazados). Está muy claro, ¿verdad?

Decir que lo descrito por Amalio es hacer personal branding, no es una afirmación gratuita, fundada en la conveniencia generada por el debate, ni carente de sustento referencial. Los célebres Al y Laura Ries lo han definido en su clásico Las 22 leyes inmutables de la marca, texto ya muy citado en esta serie, que justamente es considerado por gran cantidad de especialistas del área como una de las obras más importantes y trascendentes del campo en todos los tiempos (y próximamente volveré sobre ella para cuestionar a algunos de sus críticos, cuyos trabajos tengo por ahí esperando un chance). ¿Qué dicen ambos? Pues lo siguiente: EL MARKETING ES BRANDING.  Y como bien afirman en la propia obra (frase ya citada aquí) “nada sucede hasta que alguien se vincula a una marca”, y ha quedado ampliamente demostrado que el mercado -cualquier mercado, incluyendo el mercado laboral, en el cual compiten marcas personales- gira alrededor de ellas, las marcas, por lo que son y significan en términos de memoria e impacto emocional sobre los públicos que son potenciales consumidores del producto o servicio -por ejemplo, un servicio profesional prestado por un consultor independiente; verbigracia, Amalio Rey- al que ellas cobijan y representan. 

Y en un mercado saturado de ofertas y escaso en oportunidades -¿te suena esta frase, amigo lector?-, es imprescindible para un consultor de cualquier área posicionarse como tal (posicionar su marca) ante sus clientes potenciales, para lograr  convertirse en su primera opción, o una de ellas, en sus procesos de contratación de servicios profesionales. Posicionamiento que debe incluir de forma equivalente –y muy bien integradas– las dimensiones personal y profesional (tema ampliamente tratado en esta serie de textos, y espero que esté bien demostrado); y si alguna ha de prevalecer, que sea la primera. Porque en todo caso, ella subsume a la segunda y determina en alto grado su calidad; y la viceversa es muy difícil, para no decir imposible. 

Y si relees con atención las ideas de Amalio -que yo presumo, en buena lógica “coherencial”, que nacen de su propio modelo de autogestión, y lo sustentan: no podría ser de otro modo-, ¡podrás constatar el exquisito cuidado que él mismo pone en ello!

En el mismo artículo de mi autoría antes citado, planteo que las disonancias más frecuentes en el tema del que ahora hablo están asociadas, en mi opinión, al 

“…EVIDENTEMENTE ASUMIDO CONCEPTO DE QUE MARCA EQUIVALE A PRODUCTO. Y ahí está, a mi juicio, el punto de giro donde debemos trabajar, para transformar conceptos, visiones y prácticas”.

Y defino mi posición al respecto del siguiente modo (ya citado hace muchas páginas):

“Marca no implica ni significa necesariamente producto, en el sentido tradicional -comercial- del término. Marca es propuesta de valor. Marca es símbolo de un potencial de aporte y contribución. Marca es memoria y evocación de soluciones. Marca es el artefacto intangible mediante el cual se recuerdan los aportes y contribuciones de algo o alguien a nuestras vidas, y se nos facilita -recuerdo mediante- volver a buscarlos cuando los requiramos. Y en nuestro campo, marca personal es sinónimo de persona que gracias a su ser, su accionar y su tipo/nivel/calidad de logro en la vida, nos ha marcado y/o nos marca, en el sentido de que ha dejado y/o deja en nosotros una huella y un impacto perdurable (sea este cual sea). Y no implica, por ende, que ser una marca personal nos cosifique ni nos torne un producto de mercado, en el sentido más estricto y estrecho de ese concepto; aunque como veremos mas adelante, sí lo somos, pero desde la “otra mirada” -no necesariamente comercial- del aporte que hacemos a quienes requieren y utilizan el valor que producimos y ofrecemos”.

Recordemos el título del artículo de Amalio, del cual he extraído las citas que acabo de analizar para ti: como seguro recuerdas, se titula “El marketing como yo lo entiendo”. Y en virtud de toooodo lo hasta aquí analizado, con base en la imprescindible obra de Ries y Ries varias veces citada y/o aludida en esta serie de trabajos, y en otras varias de las sólidas fuentes referenciales que sustentan todo lo que he venido analizando, yo me atrevo -muyyyyy atrevidamente, jejeje- a plantear lo siguiente: 

EL MARKETING, como mi prestigioso colega y compatriota Amalio Rey lo entiende, ES BRANDING. Y si se trata de personas, EL MARKETING, como mi prestigioso colega y compatriota Amalio Rey lo entiende, ES PERSONAL BRANDING.

¿Cómo lo ves y lo entiendes tú, amigo lector?

Y como cierre de mi respuesta, tras haber analizado toda esta serie de planteamientos y propuestas conceptuales, metodológicas y prácticas, te propongo un brevísimo resumen, ahora en modo interrogativo: siendo objetivos, siendo sinceros y realistas, siendo prácticos sin dejar de ser emocionales, ¿cabe pensar y plantear seriamente que gestionar nuestra marca personal nos puede cosificar, si lo hacemos correctamente, integrando en la gestión la dimensión humana, la profesional y la social, equilibrando el sentido de nuestro accionar entre nosotros y los demás, y teniendo como base de sustentación nuestro aporte de valor de utilidad social?

Hasta aquí mi análisis, que humildemente espero haber efectuado a lo largo de toda esta serie -nacida como un solo post y devenida serie- del modo más respetuoso y profesional que me es dado manejar y proyectar a mi entorno. Espero las opiniones a favor o en contra que puedan emerger, para continuar debatiendo entre todos sobre tan actuales, importantes e interesantes asuntos; y una vez más, gracias al gran experto Amalio Rey, mi compatriota (condición esta que me enorgullece, no solo por el altísimo nivel integral que he podido constatar en el y su obra, sino por el inmenso respeto que muy evidentemente Amalio ha logrado cosechar gracias a sus excelentes desempeños y su calidad humana), gracias a él, repito, por haberlo hecho posible, al cuestionar y criticar con valentía, seriedad y responsabilidad, lo que él considera cuestionable y criticable acerca de lo que nosotros trabajamos, como comunidad profesional del branding personal. No estamos de acuerdo hoy, ni tenemos que estarlo; pero debatir con criterio, respeto y altura, es clave para crecer juntos, aún pensando diferente y que nuestras asunciones en este o cualquier otro tema nos puedan llevar por trayectos profesionales divergentes.

Como dice la célebre frase atribuida a Voltaire, “no comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Y salvando atrevidamente las enooooooooormes distancias, yo me atrevo a agregar: Te respetaré y apreciaré por decirlo, valoraré muchísimo que lo hagas, ponderaré positivamente cuanto de positivo halle en tus ideas y propuestas, cuestionaré con respeto lo que considere que no es adecuado y/o pertinente, y procuraré aprovechar todo lo valioso que en tus aportes pueda haber, para aprender y crecer gracias a ello. Y además, lo diré al mundo tan alto como pueda, para que otros puedan aprender y crecer con la contribución que haces, con el valor que aportas.

A modo de conclusión 

Seth Godin es un referente mundial que nos ha cambiado profundamente muchas cosas que teníamos por ciertas y “definitivas”, y esa es su marca personal. Lo mismo ha hecho una y otra vez ese otro gran referente llamado Tom Peters, y esa es su marca personal. Ambos, diferentes, inclusive teniendo mucho en común -en estilo, en enfoque, y en otras varias cosas-; cada uno a su modo, revolucionarios.

¿Hombres de negocios? Claro que lo son; no estoy hablando de ángeles celestiales. ¿Polémicos? Sin duda alguna; por alguna razón sus propuestas suscitan desde hace muchos años tanto y tanto debate, con enfoques contradictorios y hasta antagónicos en algún que otro caso y tema. ¿Innovadores, transformadores, renovadores? Creo que ni sus más apasionados detractores se lo discuten. ¿Cuestionados y criticados por una parte de quienes les han leído y seguido sus aportes, tanto como asumidos, admirados y exaltados por la otra parte que asume y se compromete con sus ideas, modelos y propuestas? Por supuesto: tal polarización es parte del precio de ser un verdadero creador y promotor de cambios trascendentales en una época como la actual. ¿Agentes vivos y viables de una transformación radical del modo en que nos vemos y vemos nuestro entorno, nuestra relación con él, y nuestra misión/necesidad/obligación de transformarlo para bien? ¡Creo que nadie mínimamente serio les discutirá eso!

Y como muy bien ambos MAESTROS lo han dicho y dejado muy claro, la huella que queda a nuestro alrededor cuando actuamos en función del modo en que individualmente asumimos esa relación con todo cuanto nos rodea, esa huella que define la forma en que los demás nos ven, sienten, piensan…SE LLAMA MARCA PERSONAL. Su génesis somos nosotros mismos, lo que somos, hacemos y logramos en las diferentes esferas de  nuestra vida; con todo ello generamos un impacto sobre las personas a nuestro alrededor, el cual, si lo sabemos gestionar, puede evolucionar hacia la trascendencia a que aspiramos: no cualquier trascendencia, sino aquella a la que aspiramos. Todo ello -guste y/o funcione o no para quienes piensan diferente al respecto, lo cual respeto absolutamente- nos convierte en marcas personales, como creo que ha quedado adecuadamente demostrado en estas páginas gracias a la contribución de los múltiples autores que he tenido el privilegio de poder citar para ti –incluyendo por supuesto al propio Amalio Rey-, y también el honor de analizar sus propuestas y proponerte un grupo de ideas propias vinculadas al tema, todo desde mi propia perspectiva de este asunto.

Pero no tienes que quedarte con todo esto o parte de ello, amigo lector, y darlo por bueno. Para nada. Al contrario: yo te propongo simplemente que no asumas ni des nada por sentado de lo que Tom y Seth, u otros de los grandes referentes aquí citados, o ninguno de los muy estimados integrantes de nuestra comunidad profesional del personal branding (como te he dicho antes, yo prefiero llamarnos tribu, en la excelente definición que hace de ella aquí mi amigo, el gran experto en personal branding Guillem Recolons) te propongamos acerca de la marca personal, sus significados y sus implicaciones. Lee. Estudia. Explora. Revisa. Investiga. Analiza. Compara, contrasta y contextualiza conceptos, modelos y métodos, realidades y aspiraciones, tuyas y de otros, en todos los sentidos y ámbitos posibles (como has podido constatar, hay muchísima buena literatura disponible en diferentes formatos acerca del tema). Llega a tus propias conclusiones, toma tus propias decisiones, y lánzate a la batalla. Tu batalla. La batalla por tu marca personal, que será librada entre tú y los diversos miedos que hoy te impiden hacerlo. Cuando hayas aprendido e interiorizado que la marca personal SÍ ES, y que la marca personal que tú aspiras a ser y dejar a tu alrededor integrando de forma equilibrada lo humano, lo profesional y lo social SÍ PUEDE SER, no hay ni habrá otro verdadero contendiente al cual debas derrotar, más allá de tus miedos. Y te sorprendería saber cuááááááántos de nosotros los hemos padecido, y/o aún los padecemos; eso es de humanos, como lo es actuar y hacer lo necesario a pesar de ellos. Así que tranquilo. Pelea tu batalla y marca como quieres, debes y puedes hacerlo

Y como cierre de este trabajo por todo lo alto, te dejo con otra colección de citas de un texto IMPRESCINDIBLE de Seth Godin, efectuadas por el reconocido profesional Ángel Alegre García en un rico artículo/resumen donde reseña y analiza la obra del Maestro. El libro (muyyyyy recomendable) es una verdadera exhortación al branding personal en y para esta nueva época, y se titula, “casualmente”, así:  

Linchpin: ¿Eres imprescindible? (un título muyyyyy casual, ¿verdad?)

  • “El sistema en el que crecimos está basado en una fórmula muy sencilla: Haz tu trabajo. Ve todos los días a la oficina. Trabaja duro. Escucha a tu jefe. No sobresalgas. Sé parte del sistema. Serás recompensado. Si has estado jugando a ese juego, no me extraña que estés frustrado. El juego ha terminado. Ya no existen buenos empleos en los que alguien te diga exactamente lo que tienes que hacer.”
  • “No naciste para ser un engranaje dentro de una gran máquina industrial. Fuiste adoctrinado para convertirte en uno.”
  • “A la gente le gusta que le digan lo que tienen que hacer porque temen (están muertos de miedo) tener que descubrirlo por sí mismos.”
  • “Necesitamos que des la cara y seas excepcional. Humano. Que contribuyas. Que interacciones. Que te arriesgues a molestar a alguien con tu iniciativa, innovación y perspicacia -lo más seguro es que en vez de eso acabes deleitándoles.”
  • “Lo que más falta hace en nuestra sociedad es el instinto de producir. De crear soluciones y llevarlas al mundo real. De estar en contacto con la humanidad que hay dentro de nosotros y conectar con los otros seres humanos que forman el mercado.”
  • “¿Quién es tu jefe? ¿Para qué trabajas? ¿A quién estás intentando complacer? Si estás trabajando únicamente para la persona a la que reportas según el organigrama de tu empresa, puede que estés sacrificando tu futuro.”
  • “Darte cuenta de que tu trabajo es hacer que algo ocurra cambia radicalmente la manera en la que inviertes tu tiempo.”
  • “Las interacciones personales no tienen asíntotas. Las soluciones innovadoras a nuevos problemas no pasan de moda. Persigue logros en los que no haya límites.”
  • “Hacer tu trabajo con pasión es mucho más fácil que encontrar un trabajo que te apasione.”
  • “Mandar e-mails es divertido, pero muy pocas veces cambia el mundo.”
  • “Cada día es una nueva oportunidad para elegir. Elegir cambiar tu perspectiva. Elegir activar el interruptor de tu mente. Encender la luz y dejar preocuparte por la inseguridad y la duda. Elegir hacer tu trabajo y no distraerte. Elegir ver el lado bueno de alguien, o elegir fijarte solo en lo malo. Elegir ser un láser, perfectamente enfocado, o un rayo de luz disperso que nunca consigue nada.”

Amigo lector: 

Cerrando ya esta serie de cinco trabajos, quiero agradecerte a ti por tu generosa lectura, y a mi amigo y colega Guillem Recolons por la genial idea que me dio de proponértelos de este modo seriado; creo que ha resultado mucho más viable el consumo y la asimilación de estos complejos y potencialmente polémicos contenidos. De todas formas, te comento que próximamente tendrás a tu disposición la versión integrada de todo ello, tanto en formato ebook como en un post integrador en mi blog académico.

Te dejo, pues, con toooooooodas estas ideas de taaaaaaantos autores, que he tenido la dicha de preparar para ti y proponértelas en esta serie de trabajos; con mis atrevimientos repletos de respeto, del cual me enorgullezco en virtud de lo mucho que me honra y satisface debatir y disentir respetando al otro; con mi infinita gratitud al Maestro Amalio Rey por su gentil invitación al debate, que espero haber honrado al presentarlas; con mi convicción de lo complejo del tema y de lo muy necesario de continuar estudiándolo y trabajándolo entre todos;  con mi invitación a analizarlas y ponderar desde tu muy personal mirada todo lo aquí propuesto y todo lo que halles en tus exploraciones sobre el tema; y por supuesto, con el ruego de que nos dejes saber cómo piensas acerca de todo ello.

Como despedida en modo exhortación, te dejo con la reflexión final de mi trabajo de 2017 titulado Mito # 10: gestionar nuestra marca personal nos cosifica, que en mi opinión resume la necesidad de lo que te propongo en este quinto artículo (totalmente pertinente al análisis de las ideas del prestigioso y brillante profesional con quien he debatido aquí), y de mucho de lo que te he propuesto en los cuatro anteriores:

Y en general, pienso que como gremio debemos reflexionar mucho, tomar decisiones, actuar de modo rápido y mantener dicha acción e incidencia de forma constante en la dirección adecuada. Algo importante nos está faltando por decir/hacer, o algunas cosas clave no estamos diciendo/haciendo bien, cuando personas de tan elevada calidad intelectual como los dos autores cuyos textos en inglés he citado, analizado y comentado (y a juzgar por sus perfiles y expresiones, también de muy alta calidad humana), y otras varias de similar nivel e impacto, distorsionan, transforman, trastocan y/o desvían de esa manera -involuntaria, pero firme, fuertemente argumentada y evidentemente convencida- el concepto de Marca Personal, y como parte inseparable e inevitable de ello (nos/les guste o no, y nos/les funcione o no), asumen/practican/promueven/difunden el mito de la cosificación que SUPUESTAMENTE sufrimos al hacer Personal Branding”.

Y por supuesto, como es mi costumbre, recibe un enorme y muy cordial brand/abrazo, muyyyyyyyyy cálido, muyyyyyyyyyy caribeño, de tu siempre amigo…

Vladimir

 

La entrada En defensa de la marca personal (parte 5 de 5): ¿Humanos “cosificables” y “cosificados”, o personas gestionando con valor su espacio único en un mundo cambiante? aparece primero en soymimarca.


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